UN AÑO SIN TUS ABRAZOS
Vuelve el verdor a
los valles, como hace un año,
y parece que fue
esta mañana, la última despedida,
el almendro vuelve a
dar su fruto,
igual que hace un
año en medio del holocausto,
tus besos se fueron
tras la ventana,
aún sin regreso
como si fuera ayer,
como si solo
hubieran pasado unas horas.
El agua del río
fluye, como si nada,
acaricia otras
flores,
la corriente
adormece la noche como ayer
cuando adormecía
entre tus brazos el tiempo que se fue.
La sombra sigue
cubriendo las almas
y no parece que
hayan pasado largas horas,
se fueron algunas
sonrisas
diluidas en el
viento alejando el eco de la sutil entraña,
los adioses se
disiparon tras el manto del temor,
y el reloj sigue
marcando los minutos
como cada noche sin
tu aroma.
Todo parece igual,
mas el vecino ya no
baja la escalera,
el abuelo no parte
el pan,
el compañero se
llevó la última sonrisa,
la madre ya no acuna
su regazo,
el amigo no acoge en
la desdicha,
el aula sin maestro,
el cartero
desaparece en el camino,
el compadre no baila
con la novia,
y todo parece que no
pasó.
Bailábamos todos,
reíamos todos,
las pieles se tocaban
sin resquemor,
sin apreciar el
valor, el peso de la vida cayó
como un rayo
magnicida sobre la frente,
la tierra tembló y
no por un terremoto,
aún acoge réplicas,
aún seguimos
añorando el ayer,
aún arrastramos lodo
en la mirada,
resquebrajamos la
dignidad del entorno,
y las pequeñas cosas
que alientan nuestra espalda.
Seguimos sin
apreciar la suma del encuentro,
como ayer,
seguimos clavando
espinas en el extraño,
como ayer
vacilábamos entre extender la mano al náufrago
o soltar amarras al
doblar la esquina.
Al principio el
temor aunaba entre contrarios,
las palmas se
extendían haciendo estruendo,
la luz parecía abrir
armonías tras la puerta,
el deseo imponía el
reparto de cordialidad
a encontrarse de
nuevo estrechando distancias,
la esperanza cubría
la desnudez,
mas el ímpetu se
volatiliza al paso de las estaciones
y al igual que ayer
el árbol vuelve a dar fruto,
las aguas siguen su
curso,
el monte otea los
valles,
los campos humedecen
la sombra,
y el valor a la
libertad vuelve a enturbiar los caminos.
Tus abrazos aún sin
regreso,
siguen velados tras
la máscara marcando el límite,
como si hubieran
pasado lustros,
a veces segundos,
a veces un abismo y
otras sin medida
como estaban ayer,
tras otra máscara
marcando otros
límites.
Gloria Gómez Candanedo
Cuadro: La siesta de
Picasso por Carlos Fernández
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