NO SUPE
No supe insistir en la
escollera de lo que tú llamabas amor,
no supe divisar frente
aquella playa,
eso que tú llamabas
alegría,
me envolví en sombras
negras a pleno sol
mientras tus palabras de
tul se pulverizaban
tras el regazo de la cuna.
No quise volar entre los
púlpitos que acaecían
sobre mi almohada
cuando tú mirabas a la
contra de mi espalda,
dibujando otras manos
deslizándose por muros de
cristal entre cuerpos inertes
mutilando noches en
grescas de catecismos despiadados.
Pronto la desdicha afloró
entre las sábanos
y sentí cómo se
despedazaba la entraña de mi enojo,
entre la voz efímera
nacida en el bosque del embeleco
y el vaivén solapado en
vestimentas harapientas
de tu entorno acotado, en
la madriguera abismada,
en rondallas de curias y
parias empecinadas.
Pronto supe que el río
bajaba seco por mi cuerpo,
que nada volvería a
brillar en mi piel, si emanaba de tu hiel,
y la mirada clavada en el
suelo comenzaba a pedir clemencia
a todo ser que se
arrastraba por las cloacas,
como si fueran los únicos
que me pudieran acariciar.
¡Más, la inmensidad de la
desnudez
me golpeaba tan fuerte…!
que tome la tenacidad que
atrincheraban las lianas
y quise lanzar los
escombros al abismo,
dejando así mi nueva
savia, a la luz de los ojos
que iluminan piezas de
cámara a mis páginas vacías
detallando enredos entre compases
de la tarde.
Gloria Gómez Candanedo
De “Nombre de mujer”
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