RENUNCIO A ESA
NADA
Esa
nada que transforma el alma
hasta
dejarla apocada al vacío.
Esa
nada que emana de una palabra no dicha
y
cuando es dicha carece de significado.
La
nada que apabulla la noche hasta sumir
en
el abismo transverso de la piel.
Que
acompaña de fulgor fútil el paso de los días,
llegando
la anochecida antes de ponerse el sol.
No
quiero para mi ese verso,
no
acepto su dolor en mi costado,
renuncio
a esa nada.
Y
renuncio al gris tachando las cifras del calendario
en
cada beso apartado,
y
sopeso la distancia de la frialdad en la alcoba
cuando
la noche abruma.
No
quiero pertenecer a ese mundo de codicia
albergada
en la miseria de un decanto
desperdiciado
en el pasaje de asueto remedado.
Desisto
de esa locura a cruzar océanos
tras
los vertidos sonoros en el susurro
de
la vacua promesa.
Deshecho
el vacío que promueve la desleal osadía
trazada
en la sien de un trapero enfundado
bajo
el manto de la benevolencia.
Renuncio
a esa nada que camufla el vacío en la mesa
sin
pronunciar una sola vez, una sola, la palabra,
la
palabra que deshaga el vil entuerto
rubricado
a la luz de la luna.
Rechazo
el encuentro revocado al hielo de la intemperie,
cuando
en medio de los bisbiseos un carámbano
rasga
la desnudez dejando el rastro de la desolación
entre
la mudez del tiempo y hace añorar la soledad.
Deniego
al silencio velador infringiendo la solemnidad
y
el acecho de una pupila reconocida en el fulgor de la noche
al
ahuyentar el clamor del latido.
A
la maleficencia de los pasos sigilosos
sorprendiendo
la otra cara del espejo
rodeando
la cintura mientras camino,
mientras
sopeso los días que aún están por ensalzar
lo
incierto en el calendario.
Renuncio
a esa nada
Gloria Gómez Candanedo
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