lunes, 30 de diciembre de 2019

FIN DE AÑO


FIN DE AÑO


Se aleja una sombra del milenio llevando la mochila repleta,
busca un lugar donde reposar la carga
de sujetos apoyados en la efigie de un calendario que se va.

No imaginaba al principio que sería tan recia,
no pensaba que llegaría a pesar tanto
el precipicio de la clandestinidad
absorto en colores dispares colgando en los balcones.
No pensó que la sangre envenenaría algunos ríos
dejando a la ciudad morir de sed.

Más, aún hay quien sigue silenciando sus besos
en la mezquindad de la noche oblicua a la luna.

Algunos hombres aportan el sello de dolor en la espalda
queriendo sobreponer líneas en una orilla desperdiciada.
Algunas mujeres siguen cargando a sus espaldas
la siega abrasada por el látigo de lechos
soportando la indiferencia.

Una sombra de estupor volvió a pasear
por el hambre de los desdichados,
señalando el neón de los grandes baluartes
que sostienen el bastón apuntando hacia nortes
coronados de hielo.
Una sombra de pólvora volvió a ultrajar
la siembra de los pueblos
y a secar el oleaje nacido en la entraña de la pasión.

Habría sido necesario burlar el sentido
de corrientes superfluas
a discursos traicionados por la promesa.

Y sin embargo la mochila vuelve a decir adiós llena de vacío,
a pesar de las corcheas entonadas en la plaza de los pueblos, 
y la podredumbre emanada de los cinco sentidos
que giran alrededor del paso en doble sintonía
al acerbo de aulas y chimeneas humeando el furor
de las manos obreras
al despedirse del beso mañanero al cruzar el umbral.

Más aún hay hombres
ocultando el clamor de los besos
al entrechocar sus cuerpos en sábanas blancas.
Y aún hay mujeres
ocultando el fragor del deseo
al choque de las pupilas al otro lado del espejo.

Una vez más un año cabe en una mochila,
en un solo día, en una sola hora…
en un… suspiro.


Gloria Gómez Candanedo

martes, 10 de diciembre de 2019

NO ME REGALES ROSAS



NO ME REGALES ROSAS


No me regales rosas, no.
No es que yo no ame las rosas,
es que en el rosal lucen mejor
están vivas y cantan su alegría en los pétalos
dando el sí cuando corresponde un amor
y el no cuando visita el desamor.

En su raíz perdura la savia de la vida
recordando las espinas que recorren el alma
al ver su tallo.
Alcanzan la libertad echando pétalos al viento
para sembrar más vida en distinto jardín.
Nos sonríen a su paso dejando el inconfundible aroma de los besos,
inspiran el mejor verso al amante taciturno,
colman de belleza el trasluz de la ventana,
tersas y sublimes nos abren el rocío abrazando cuerpos.
Muestran la libertad en banderas trayendo el pan.

En su regazo guardan mi niñez.
Cada azul siento su aroma acariciando mi piel
van siempre en mi camino.
Cómo voy a querer arrancarlas?
Han  escuchado mis plegarias y mis juegos
han sido las primeras en descubrir mi primer beso
y han visto mi llanto y mi dolor, mis quejas y mis sueños.
Sonrientes cimbrean el ritmo de los amantes
son libres en su matorral,
allá donde están dejan una sonrisa que sólo ellas conocen.

Pero si se las corta…, se marchitan
poco a poco entristecen, no les llega la savia de la tierra,
¿savia? o ¿amor?...
…y sin darnos cuenta
el lugar que ocupan, queda vacío y se llena de soledad
en forma de nudo en el pecho
como si el amor se acabara.
Como si solo durante el tiempo que dura una flor cuando la cortas.
Después no queda nada.

No me regales rosas, no.
Sería como arrancar mi esencia de la tierra,
como quedarme sin las alas que da la libertad de la savia
o… el amor?

No se puede amar la libertad,
si se decide cortar la savia de cualquier vida,
el fluido que recorre las venas.
El temblor de la piel ante el roce de otra piel
se hiela, se enquista y muere.

Déjalas vivir
que yo quiero amarlas
cada vez que me regalas una con  tu boca

Gloria Gómez