domingo, 26 de enero de 2020

SOÑAR Y SER SOÑADO


SOÑAR Y SER SOÑADO

Un sueño para él,
haciendo vibrar la música
dentro de almas sin nombre,
que tiemblen los cuerpos al roce del ritmo,
tensando brazos y piernas,
expresando los sentidos.

Un sueño para ella,
la que fulmina sus oquedades
tras la nota en el pentagrama,
la que emite la voz a través de ondas marinas
trasvasando el océano de continentes adversos.

Un sueño, cuando se reblandece el pulso
ante viejas canciones
evocando el primer beso
a la postre de un nuevo amanecer.
Cuando las piernas aún sostienen pilares de esperanza
entre muecas de travesía,
los abrazos se extienden alrededor de la cintura
uniendo hemisferios
y las tardes se ofrecen cálidas.

Una voz candente haciendo ecos
en el valle de las emociones,
al reencuentro de una taza de café,
evocando la partida de otros peregrinos.
Voz soñada
rememorando juventudes lejanas
antes de sopesar el llanto en la cuna
cada medianoche de olvido.
La voz  hace eco entre millares de aplausos,
transmite estremecimientos en la pista de baile
la tarde más seductora,
desprende el brillo entre lágrimas
al entornar la puerta del adiós,
levanta pasiones
al contemplar el retrato de una promesa
bajo la estrellas.

La voz se hace hueco
entre el latido inolvidable de una noche
entre el aplauso multitudinario
al pactar el siguiente estruendo,
al convenir el sucesivo porte en la suma de los días,
al forjar el entrañable deseo de soñar.

La sintonía levanta pasiones entre los viandantes,
templando músculos al abrazar al vecino,
destapando entuertos entre los colindantes,
allanando rivalidades en la eterna melodía,
al despertar de nuevo, tras romper cadenas de tiranía.
La nota sublime en lo profundo de la garganta,
enaltece soñar,
soñar y ser soñado,
arrastrando masas al encuentro,
aunque el sueño desvanece
tras las soledad detrás del estrado.

Gloria Gómez  
Enero 2020


miércoles, 15 de enero de 2020

LAS DOCE CAMPANADAS



LAS DOCE CAMPANADAS


El frío llama a la puerta,
nuevamente
las doce campanadas
marcan el final de un día,
un año,
esta vez el frío metal sintoniza la partida
avivando el recuerdo de una noche
alrededor de una lágrima
al derramar la veracidad de la despedida,
una vez más las doce campanadas
sellan el olvido de la promesa rubricada
en el acta regia.

La noche más larga
entre cantos al final de la página,
viene a dar el toque que se pierde en el viejo sendero
recordando los momentos desabrigados
rogando que la nueva luz
venga a romper las ligaduras
a desencuentros infortunados.

Todo el recorrido de un año
se recoge en doce campanadas,
en un solo reloj, en un solo brindis al deseo,
una sola canción y un solo verso.
La vida en doce fracciones de tiempo
se ampara en el abrazo bajo el solsticio
a la espera de la nueva escritura. 

Los corazones alzan el gemido
ante la despedida de tiranías inicuas,
en cada rincón se traza la parábola ascendente
hacia mejor rumbo,
fundiendo en el chasquido del cristal
la nueva estrofa.

Doce campanadas
sellan las sílabas del amor y del dolor,
doce sones para el triunfo y el fracaso,
doce toques por los que se van
y los que regresan al umbral de la ternura.

Más aún quedan almas a la intemperie,
reclamando el desgarrón más bello.
Aún quedan almas con los sueños hechos pedazos,
las tropelías del poder siguen arruinando futuros
antes de proferir el primer ensueño.

Doce rumbos en cada señal
entrañan la melodía,
en cada sabor se deshace la hiel más profunda
o se reclama la dulzura de la luna, 
doce resuellos componen los hilos
que unen la distancia de una palabra convexa
o mutilan la irreverencia de alcobas en la sombra.

Doce renglones se abren a la senda
que cada uno señalará en su cuartilla
o doce que se apagan
sin haber satisfecho la misiva del reloj.

Más aún quedan almas
bajo el calor del último cartón,
viendo el tráfago tras el humo del cigarrillo prestado
y topando la sien doce sonidos
por cada fracción de propósitos olvidados,
cada prodigio fracasado, cada desdicha.

Tras el último sonido
se abre la nueva oportunidad,
se enciende el pulso de la primera corchea
abriendo el reto a la reflexión…
sin dejar de soñar.

Gloria Gómez Candanedo