SOÑAR Y SER SOÑADO
Un
sueño para él,
haciendo
vibrar la música
dentro
de almas sin nombre,
que
tiemblen los cuerpos al roce del ritmo,
tensando
brazos y piernas,
expresando
los sentidos.
Un
sueño para ella,
la
que fulmina sus oquedades
tras
la nota en el pentagrama,
la
que emite la voz a través de ondas marinas
trasvasando
el océano de continentes adversos.
Un
sueño, cuando se reblandece el pulso
ante
viejas canciones
evocando
el primer beso
a
la postre de un nuevo amanecer.
Cuando
las piernas aún sostienen pilares de esperanza
entre
muecas de travesía,
los
abrazos se extienden alrededor de la cintura
uniendo
hemisferios
y
las tardes se ofrecen cálidas.
Una
voz candente haciendo ecos
en
el valle de las emociones,
al
reencuentro de una taza de café,
evocando
la partida de otros peregrinos.
Voz
soñada
rememorando
juventudes lejanas
antes
de sopesar el llanto en la cuna
cada
medianoche de olvido.
La
voz hace eco entre millares de aplausos,
transmite
estremecimientos en la pista de baile
la
tarde más seductora,
desprende
el brillo entre lágrimas
al
entornar la puerta del adiós,
levanta
pasiones
al
contemplar el retrato de una promesa
bajo
la estrellas.
La
voz se hace hueco
entre
el latido inolvidable de una noche
entre
el aplauso multitudinario
al
pactar el siguiente estruendo,
al
convenir el sucesivo porte en la suma de los días,
al
forjar el entrañable deseo de soñar.
La
sintonía levanta pasiones entre los viandantes,
templando
músculos al abrazar al vecino,
destapando
entuertos entre los colindantes,
allanando
rivalidades en la eterna melodía,
al
despertar de nuevo, tras romper cadenas de tiranía.
La
nota sublime en lo profundo de la garganta,
enaltece
soñar,
soñar
y ser soñado,
arrastrando
masas al encuentro,
aunque
el sueño desvanece
tras
las soledad detrás del estrado.
Gloria
Gómez
Enero
2020