LAS DOCE CAMPANADAS
El frío llama a la
puerta,
nuevamente
las doce campanadas
marcan el final de
un día,
un año,
esta vez el frío
metal sintoniza la partida
avivando el
recuerdo de una noche
alrededor de una
lágrima
al derramar la
veracidad de la despedida,
una vez más las
doce campanadas
sellan el olvido de
la promesa rubricada
en el acta regia.
La noche más larga
entre cantos al
final de la página,
viene a dar el
toque que se pierde en el viejo sendero
recordando los
momentos desabrigados
rogando que la
nueva luz
venga a romper las
ligaduras
a desencuentros
infortunados.
Todo el recorrido
de un año
se recoge en doce
campanadas,
en un solo reloj,
en un solo brindis al deseo,
una sola canción y
un solo verso.
La vida en doce
fracciones de tiempo
se ampara en el
abrazo bajo el solsticio
a la espera de la
nueva escritura.
Los corazones alzan
el gemido
ante la despedida
de tiranías inicuas,
en cada rincón se
traza la parábola ascendente
hacia mejor rumbo,
fundiendo en el
chasquido del cristal
la nueva estrofa.
Doce campanadas
sellan las sílabas
del amor y del dolor,
doce sones para el
triunfo y el fracaso,
doce toques por los
que se van
y los que regresan
al umbral de la ternura.
Más aún quedan almas
a la intemperie,
reclamando el
desgarrón más bello.
Aún quedan almas
con los sueños hechos pedazos,
las tropelías del
poder siguen arruinando futuros
antes de proferir
el primer ensueño.
Doce rumbos en cada
señal
entrañan la
melodía,
en cada sabor se
deshace la hiel más profunda
o se reclama la
dulzura de la luna,
doce resuellos
componen los hilos
que unen la distancia
de una palabra convexa
o mutilan la irreverencia
de alcobas en la sombra.
Doce renglones se
abren a la senda
que cada uno
señalará en su cuartilla
o doce que se
apagan
sin haber
satisfecho la misiva del reloj.
Más aún quedan
almas
bajo el calor del
último cartón,
viendo el tráfago
tras el humo del cigarrillo prestado
y topando la sien
doce sonidos
por cada fracción
de propósitos olvidados,
cada prodigio
fracasado, cada desdicha.
Tras el último sonido
se abre la nueva
oportunidad,
se enciende el
pulso de la primera corchea
abriendo el reto a
la reflexión…
sin dejar de soñar.
Gloria Gómez Candanedo
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