miércoles, 15 de enero de 2020

LAS DOCE CAMPANADAS



LAS DOCE CAMPANADAS


El frío llama a la puerta,
nuevamente
las doce campanadas
marcan el final de un día,
un año,
esta vez el frío metal sintoniza la partida
avivando el recuerdo de una noche
alrededor de una lágrima
al derramar la veracidad de la despedida,
una vez más las doce campanadas
sellan el olvido de la promesa rubricada
en el acta regia.

La noche más larga
entre cantos al final de la página,
viene a dar el toque que se pierde en el viejo sendero
recordando los momentos desabrigados
rogando que la nueva luz
venga a romper las ligaduras
a desencuentros infortunados.

Todo el recorrido de un año
se recoge en doce campanadas,
en un solo reloj, en un solo brindis al deseo,
una sola canción y un solo verso.
La vida en doce fracciones de tiempo
se ampara en el abrazo bajo el solsticio
a la espera de la nueva escritura. 

Los corazones alzan el gemido
ante la despedida de tiranías inicuas,
en cada rincón se traza la parábola ascendente
hacia mejor rumbo,
fundiendo en el chasquido del cristal
la nueva estrofa.

Doce campanadas
sellan las sílabas del amor y del dolor,
doce sones para el triunfo y el fracaso,
doce toques por los que se van
y los que regresan al umbral de la ternura.

Más aún quedan almas a la intemperie,
reclamando el desgarrón más bello.
Aún quedan almas con los sueños hechos pedazos,
las tropelías del poder siguen arruinando futuros
antes de proferir el primer ensueño.

Doce rumbos en cada señal
entrañan la melodía,
en cada sabor se deshace la hiel más profunda
o se reclama la dulzura de la luna, 
doce resuellos componen los hilos
que unen la distancia de una palabra convexa
o mutilan la irreverencia de alcobas en la sombra.

Doce renglones se abren a la senda
que cada uno señalará en su cuartilla
o doce que se apagan
sin haber satisfecho la misiva del reloj.

Más aún quedan almas
bajo el calor del último cartón,
viendo el tráfago tras el humo del cigarrillo prestado
y topando la sien doce sonidos
por cada fracción de propósitos olvidados,
cada prodigio fracasado, cada desdicha.

Tras el último sonido
se abre la nueva oportunidad,
se enciende el pulso de la primera corchea
abriendo el reto a la reflexión…
sin dejar de soñar.

Gloria Gómez Candanedo

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