DESCONOCIDO
Había conocido
el temblor de tantas incertidumbres,
incluso algún
movimiento sísmico
en la tarde y
sin avisar,
sabía del
desconcierto ante la llegada de un dolor
al temblar la
mirada de lo desconocido,
conocía el
miedo al hambre,
sabía lo que
ocurriría tras un golpe
al cerrar
alguna puerta.
He sentido el
temblor de la huída,
las diferentes
despedidas de los allegados,
hasta el
estupor del vacío de una imposible vuelta.
Sabía del
cosquilleo en la primera cita,
una llamada
inesperada o un azar a la sombra,
los encuentros
a media noche
o la
mansedumbre bajo la luna
esperando el
amanecer.
Conocía el
clamor de la sorpresa
entre afines y
colindantes,
entre amigos y
forasteros,
y también el
desconsuelo de una partida.
Pero este
temblor que parte la sien,
rompe el
colorido despertar de la primavera,
roba los
sueños trazados en el entorno,
distorsiona
los afectos entre los abrazos,
deja sin
aliento al que vive en soledad,
este me deja
sin afeite, sin vestido
y resulta uno
de los peores escalofríos en la noche,
rasgando los
abismos.
Gloria Gómez
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