Poema leído en el evento realizado en Azuqueca de Henares el 5 de mayo, para recaudar fondos para la investigación y lucha contra el cáncer infantil.
EL LEÓN ETERNO
A María José Pellón Hazas
Al sonar el primer
llanto
traía el futuro
envuelto en el aroma
de una nueva inquietud,
crecía con la brisa
del mar meciendo las noches,
y el mundo en la
esfera a golpes de talón en la hierba
al resueno de una
fábula completando el destino.
Una daga cruel
atravesaba el umbral
derramando la lágrima
entre sábanas blancas,
una lágrima espesa,
lenta en el recorrido de la tez
observando cómo el
futuro se le iba.
A pesar de todo,
la sonrisa eterna
alumbraba los ojos de la entraña,
pidiendo el recuerdo
perdurable
en otros secuaces del
camino.
Su voz sonaba como
una vieja canción
confabulando masas en
busca de la ciencia
a favor de salvar
futuros anegados en la sombra.
La expresión de su
mirada clamando el verso
perdura en el
recorrido por las venas del alma máter,
sin llegar a
envejecer.
Mujer que traspasas
la elegancia de un adiós
atragantado en las
palabras
que ocultas ante la
inevitable despedida,
mujer que sientes el
dolor más hondo en tu entraña
tras haber compartido
el contacto con su piel,
ante la desdicha
alzas la mirada al infinito
encontrando allí al
león eterno
extendiendo la mano
queriendo abrazar
la mirada, la sonrisa
inolvidable,
y la voz grabada en
el recuerdo.
Mujer valiente, donde
las haya,
no hay dolor más
fuerte en el seno,
que ver partir el
fruto de tu ser,
por un invencible
revés.
Sin embargo una
fuerza,
un mohín de remanso,
al permanecer en
cualquier partícula del aire
alcanza para empuñar
hasta la saciedad
el deseo de un verso
eterno en cada célula
transformando el
arrope.
Gloria Gómez
Candanedo
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