AHORA MISMO
NO SÉ
Desconozco
y tiemblo al ver un horizonte con el brillo del metal
al
sentir la frialdad entre las sábanas cubriendo el futuro,
al
simular la belleza tras el interruptor
encendiendo
el mecanismo,
el
encontrar solo electrodos en lugar de palabras,
el
no palpitar ante otro cuerpo ardiente en el momento crucial,
el
encontrar un parpadeo mecanizado
en
lugar de la chispa en el mirar.
Tiemblo
al abrir la puerta
y
encontrar el brillo impoluto,
el
asado con exactitud,
el
abrazo milimetrado,
y
la luz verificada sin parpadeo
en
lugar de una huella al candor de la llegada,
un
plato clandestino a deshora,
la
estrechez entre tu cuerpo y el mío
o
el sol radiando la alcoba entre sombras.
Deploro
el futuro en tinieblas al caminar con un desconocido,
la
fría amalgama enredando mis sueños,
se
me eriza la piel
al
pensar un beso confundiendo labios,
tomar
la mano extrañando la rugosidad ferviente
o
caminar a la par del mecanizado vecino.
Desisto
invitar a ese género en mi casa,
que
robe mi intimidad en la noche,
y
se lleve las caricias tras la huella helada,
que
asemeje la lágrima de una despedida
y
escuche una voz digitalizada en mi oído,
sopese
los encuentros en la incertidumbre
sin
conocer la llegada de un abrazo.
Tiemblo
al pensar tu rostro bajo una máscara sincronizada,
tus
dedos tocando la sien con terminaciones polarizadas,
tu
cuerpo contoneándose al ritmo de los iones para la ocasión.
Veo
al tecno en el avance de una brutal encrucijada entre lo real,
lo
superfluo, lo clandestino y lo controvertido,
el
día a día,
instruyendo
nuestros pasos y nuestras vidas,
veo
la lejanía de una voz agitada
al
pronunciar la emoción,
los
extremos articulados
en
vez de las manos que elaboran el pan,
o
recorren mi cuerpo en la calidez de la tarde,
observo
la expresión inexpresiva en la tez
azuzando
entuertos,
provocando
llanto o simulando sonrisas.
Veo
implantar la comodidad del amanecer
en
el manejo de una computadora,
sustituir
el compañero por la articulación autómata
sin
equívoco en cualquier controversia,
asomar
a la ventana
y
ver seres caminando ensimismados
en
el pulso de la clavija
que
dirige el siguiente instante.
Advierto
una juventud
perdiendo
el encuentro de una flor
entre
las páginas de un libro
por
el tecleo de un paraíso inexistente
bajo
el reflecto polarizado entre sus dedos
al
caminar por la alameda
sin
percibir el aroma de una piel apasionada
y
los sueños dibujados en un verso
conmutados
por lo intempestivo
de
una conexión con lo incorpóreo.
Ahora
mismo no conozco la sintonía
que
adereza mi quietud,
desconozco
los sentidos
que
impulsan a escribir este verso,
mas
siento el bosquejo cómo se atraganta en la madrugada
al
pronunciar el deseo y perderse en lo etéreo
dejando
un rastro en la estrechez del pecho.
Ahora
mismo desconozco el final de este poema,
no
sé si algún androide
estará
manejando el teclado
mientras
el sueño hace su entrada en mí
cuando
los dedos acarician la última letra
y
el párpado advierte el caer de la noche sobre mi espalda.
Desconozco
lo impreciso al otro lado del espejo
y
la posible ingratitud
al
dar la vuelta a la hoja del calendario.
Ahora
mismo estas líneas azoran
el
desasosiego de una interrogación.
Gloria
Gómez
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