BUSCANDO SU NOMBRE
Como la flor de invierno en
un mar de hielo
cincelaba sus pasos sin
romper quimeras.
Como la luciérnaga perdida
en la noche
iba siguiendo la huella de
la voz candente
queriendo calmar la sed.
Como un señuelo en del
candor
que propicia la luz de la
luna
se perdía entre bosques de
lujurias
apartando la espina
desbocada
de cada una de las letras de
su nombre.
Buscaba las sílabas del amor
entre las desdichas
creyendo burlar fallidos
lances
aproximando unos labios.
Buscaba sin cesar,
la palabra que hiciera
rebrotar la savia de la vida.
Recorría diferentes
continentes tras la estela subrayada
que dejaban las palabras de
un verso.
Nada podía separarle de la
tierra labrada,
y nada podría hacerle
olvidar
el nombre que trazó líneas de esperanza,
llevándole a la vieja ciudad.
Allí supuso abrazos entre
calle vacías
y apocó su vida en el lugar
de encuentros clandestinos.
Dos espejos la esperaban en
la penumbra
y ninguno conocía las
sílabas de su nombre.
Seguía buscando el valor de
la pasión en cada paso,
sin darse cuenta que ese
nombre
aparecía cada vez que
esbozaba una sonrisa,
o cuando el recuerdo de un
acorde le tocaba la piel.
Buscando su ensueño abandonó
su propio paraíso.
Pero ya no podía regresar.
Atrás quedaron las letras de
la inocencia,
en el epitafio del olvido.
Gloria Gómez
Del libro “Caminante”
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