ALBA VERSUS OCASO
Sopeso los extremos del día,
cuando amanece hay penumbra,
quizá la alborada ilumine la
danza del trasiego,
más cuando anochece
los brazos caídos apenas
sostienen el pesar.
Acordono la noticia del
bulevar,
la suma desdeñosa al cariz de
la insolencia,
la piel sufre el temido
temblor,
de nuevo el murmullo se altera
ante la aflicción,
más el mundo gira, gira gira
hasta el olvido en otro
amanecer.
Asomo al abismo
cada vez que un latido
zarandea el existir,
entorpece la pasión,
cruje el dolor en la sien
y me revuelvo contra el tesón
del rasgo en la cadencia
borrando el aliento.
Se advierten desperfectos en
almas caídas,
se tantea la sombra en
encrucijadas,
el anclaje de desdicha azora
el reverso de la despedida
sumando un mal presagio a la
hoja del calendario
y el mundo vuelve a girar,
girar,
asombrándose como la primera
vez.
El gorjeo lejano de otros
rumbos,
de otras estrofas,
acucia el tinte de la noche
borrando las estrellas,
con el naranja del fuego,
transformando la niñez y
aniquilando enseres de paz,
para llevar el emblema de la
desfachatez.
Y el mundo sigue girando,
girando.
Algún hombre cree amar
y se enfrenta a la compañera,
le diluye el beso por el
revés,
la palabra por la desazón
y la palma de la mano se
vuelve contra su pecho
como si todo el universo fuera
su propio cuerpo.
Amantes de la mezquindad,
proclives a la inmortalidad,
dueños de una atalaya,
lanzan vestigios de locura
sobre la gentileza afanosa
rasgando el grito en el lienzo
de una historia
ya sublimizadamente conocida.
Así pasan los días,
el trasiego de miradas
furtivas, huidizas,
obviando la alcurnia,
desoyendo la tonada,
difuminando la súplica del
aislamiento
sintiendo la cruel impericia,
enmascarando la piel con el
metal
sin haber aprendido la
fragilidad
que nos concierne.
Gloria Gómez
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