8 DE NOVIEMBRE
Un día cualquiera,
gris como corresponde,
más un halo de nostalgia
empaña la mirada,
un eco suena en la memoria
lejana,
una sonrisa pequeña transporta
la vuelta de la escuela
al aullido de la tarde,
un olor a castañas envuelve la
piel
con el albornoz de la noche.
¡Qué lejos parece el resentir
de un tiempo
y qué cerca resuellan las
palabras
de un bienhechor en la sombra
de lágrima apurada
al alcance de cualquier
designio en las horas de otoño!.
Un día como no puede ser
que la ceguera siga cubriendo
de duda
el siguiente paso hacia el
frente,
hacia el camino de un
encuentro con la luz sorprendida,
con los avatares del estreno,
la osadía de seguir viviendo
aunque otra era se cruce en la
vía bosquejada.
La duda como el gris del día
asola el vergel de las ideas,
lo ambiguo atenaza la poca
calidez
de un contorno cercando la
ensenada,
más un latido empuja a dibujar
en la sien
el ritmo que conllevaría la
atroz escaramuza
patinando al éxodo de la
ribera,
igual que la riada de antaño
fijara el instante inolvidable
en aquella ingenua mirada al
confín del universo.
Un símbolo tenaz apura el
penúltimo sorbo
de candidez al destierro,
la dulce espera de una palabra
atenuando el amargo encuentro
de medianoche
sin el pulso del sosiego
trascrito bajo la fulgurante argucia.
Un día gris, noviembre es
testigo,
acuna el limbo de trasiegos
entre penumbra y llaneza,
ocultando esta vez la ilusión al
proferir señuelos
entre baladíes opuestos al
propio abandono,
como la furtiva mirada y el
silencio en templo
entre tu espalda y mi límite.
Gloria Gómez Candanedo
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