POETA
Más de un día me
duele ser poeta. Me duele
tener labios,
garganta, que se ordenan al canto.
Es tan fácil vivir
cuando sólo se vive
mudo y simple,
esquivando la pesquisa y el vértigo.
Pero aquel que es
poeta ni en mitad del tumulto
ni emboscado en la
orilla logrará su descanso.
Porque el ojo sin párpado
no consigue la noche
y en acecho
infinito se le enciende y afila.
Porque todo el
misterio, despeñada gaviota,
le golpea el cantil
de las sienes desnudas
y en la boca,
transidas de belleza imposible,
las enormes
palabras se le agolpan y enredan.
Porque vive y lo
sabe. Porque muere y lo sabe.
Pero el grito
convulso de su vida y su muerte
es halcón insumiso
que las nubes devoran.
Océanos, ciclones,
bosques, astros habitan
en el ámbito
estrecho que su cráneo circunda.
Olas, aves, raíces,
pulsaciones, acordes,
por la red de los
nervios se le enroscan vibrando.
¡Qué avidez de
contornos le agudiza los dedos!
¡Qué avidez de
caminos le estremece las plantas!
En el pecho le
crece su imperioso destino.
Y, ni dentro ni
fuera, en la fina tangente
que tan sólo en un
punto a lo cierto se ajusta,
solitario y alerta,
desvelado o sonámbulo,
el poeta mantiene
su equilibrio difícil.
Ángela Figuera Aymerich
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