LLEGADA
¡Aquí estamos!
La palabra nos viene
húmeda de los bosques
y un sol enérgico nos
amanece entre las venas.
El puño es fuerte
y tiene el remo.
En el ojo profundo
duermen palmeras exorbitantes.
El grito se nos sale
como una gota de oro virgen.
Nuestro pie,
duro y ancho,
aplasta el polvo en
los caminos abandonados
y estrechos para
nuestras filas.
Sabemos dónde nacen
las aguas,
y las amamos porque
empujaron nuestras canoas bajo
los cielos rojos.
Nuestro canto
es como un músculo
bajo la piel del alma,
nuestro sencillo
canto.
Traemos el humo en la
mañana,
y el fuego sobre la
noche,
y el cuchillo, como
un duro pedazo de luna,
apto para las pieles
bárbaras;
traemos los caimanes
en el fango,
y el arco que dispara
nuestras ansias,
y el cinturón del
trópico,
y el espíritu limpio.
Traemos
nuestro rasgo al
perfil definitivo de América.
¡Eh, compañeros, aquí
estamos!
La ciudad nos espera
con sus palacios, tenues
como panales de
abejas silvestres;
sus calles están
secas como los ríos cuando no llueve en la montaña,
y sus casas nos miran
con los ojos pávidos
de las ventanas.
Los hombres antiguos
nos darán leche y miel y nos coronarán de hojas verdes.
¡Eh, compañeros, aquí
estamos!
Bajo el sol
nuestra piel sudorosa
reflejará los rostros húmedos
de los vencidos,
y en la noche,
mientras los astros ardan en la punta
de nuestras llamas,
nuestra risa
madrugará sobre los ríos y los pájaros.
Nicolás Guillén
10 de julio de 1902
Camagüey – Cuba