EN MI BARRIO
Sobre la rota ventana
antigua
con tosco alféizar,
con puerta exigua,
que hacia la oscura
callejada,
pasmando al vulgo
como estantigua
tallada en piedra, la
santa esta.
Borró la lluvia los
mil colores
que hubo en su manto
y en su dosel;
y recordando tiempos
mejores,
guarda amarillas y
secas flores
de las verbenas del
tiempo aquel.
El polvo cubre sus
aureolas,
las telarañas visten
su faz,
nadie a sus plantas
riega amapolas,
y ve la santa las
calles solas,
la casa triste, la
gente en paz.
Por muchos años allí
prendido,
único adorno del
tosco altar,
flota un guiñapo
descolorido,
piadosa ofrenda que
no ha caído
de las desgracias al
hondo mar.
A arrebatarlo nade se
atreve,
símbolo antiguo de
gran piedad,
mira del tiempo la
marcha breve;
y cuando el aire lo
empuja y mueve
dice a los años:
pasad, pasad.
¡Pobre guiñapo que el
aire enreda!
¡Qué amarga y muda
lección me da!
La vida pasa, y el
mundo rueda,
y siempre hay algo
que se nos queda
de tanto y tanto que
se nos va.
Tras esa virgen
oscura piedra
que a nade inspira
santo fervor,
todo el pasado surge
y me arredra;
escombros míos, yo
soy la yedra;
¡nidos desiertos, yo
fui el amor!
Altas paredes
desportilladas
cuyos sillares sin
musgo v,
¡cuántas memorias
tenéis guardadas!
Níveas corinas,
jaulas doradas,
tiestos azules… ¡no
estáis aquí!
En mis azarosa vida
revuelta
fue de esta casa
dueño y señor,
¿do está la ninfa, de
crencha suelta,
de grandes ojos,
blanca y esbelta,
que fue mi encanto,
mi fe, mi amor?
¡Oh mundo ingrato,
cuántos reveses
en ti he sufrido! La
tempestad
todos mis campos dijo
sin mieses…
la niña duerme bajo
los cipreses,
su sueño arrulla la
eternidad.
¡Todo ha pasado!
¡Todo ha caído!
Solo en mi pecho
queda la fe,
como el guiñapo
descolorido
que a la escultura
flota prendido…
¡Todo se ha muerto!
¡Todo se fue!
Pero ¡qué amarga,
profunda huella
llevo en mi pecho!...
¡Cuán triste estoy!...
La fe radiante como
una estrella,
la casa alegre, la
niña bella,
el perro amigo…
¿Dónde están hoy?
¡Oh calle sola,
vetusta casa!
¡angostas puertas de
aquel balcón!
Si todo muere, si
todo pasa
¿por qué esta fiebre
que el pecho abrasa
no ha consumido mi
corazón?
Ya no hay macetas
llenas de flores
que convirtieran en
un pensil
Azotehuelas y corredores…
Ya no se escuchan
frases de amores,
ni hay golondrinas
del mes de abril.
Frente a la casa la
cruz cristiana
del mismo templo
donde rezó,
las mismas misas de
la mañana,
la misa torre con la
campana
que entre mis brazos
la despertó.
Vetusta casa, mansión
desierta,
mírame solo volviendo
a ti…
arrodillado beso tu
puerta
creyendo loco que
aquella muerta
adentro espera
pensando en mí.
Juan de Dios Peza
29 de junio de 1852
Ciudad de México
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