jueves, 26 de junio de 2025

EN MI BARRIO



EN MI BARRIO

 

 

Sobre la rota ventana antigua

con tosco alféizar, con puerta exigua,

que hacia la oscura callejada,

pasmando al vulgo como estantigua

tallada en piedra, la santa esta.

 

Borró la lluvia los mil colores

que hubo en su manto y en su dosel;

y recordando tiempos mejores,

guarda amarillas y secas flores

de las verbenas del tiempo aquel.

 

El polvo cubre sus aureolas,

las telarañas visten su faz,

nadie a sus plantas riega amapolas,

y ve la santa las calles solas,

la casa triste, la gente en paz.

 

Por muchos años allí prendido,

único adorno del tosco altar,

flota un guiñapo descolorido,

piadosa ofrenda que no ha caído

de las desgracias al hondo mar.

 

A arrebatarlo nade se atreve,

símbolo antiguo de gran piedad,

mira del tiempo la marcha breve;

y cuando el aire lo empuja y mueve

dice a los años: pasad, pasad.

 

¡Pobre guiñapo que el aire enreda!

¡Qué amarga y muda lección me da!

La vida pasa, y el mundo rueda,

y siempre hay algo que se nos queda

de tanto y tanto que se nos va.

 

Tras esa virgen oscura piedra

que a nade inspira santo fervor,

todo el pasado surge y me arredra;

escombros míos, yo soy la yedra;

¡nidos desiertos, yo fui el amor!

 

 

Altas paredes desportilladas

cuyos sillares sin musgo v,

¡cuántas memorias tenéis guardadas!

Níveas corinas, jaulas doradas,

tiestos azules… ¡no estáis aquí!

 

En mis azarosa vida revuelta

fue de esta casa dueño y señor,

¿do está la ninfa, de crencha suelta,

de grandes ojos, blanca y esbelta,

que fue mi encanto, mi fe, mi amor?

 

¡Oh mundo ingrato, cuántos reveses

en ti he sufrido! La tempestad

todos mis campos dijo sin mieses…

la niña duerme bajo los cipreses,

su sueño arrulla la eternidad.

 

¡Todo ha pasado! ¡Todo ha caído!

Solo en mi pecho queda la fe,

como el guiñapo descolorido

que a la escultura flota prendido…

¡Todo se ha muerto! ¡Todo se fue!

 

Pero ¡qué amarga, profunda huella

llevo en mi pecho!... ¡Cuán triste estoy!...

La fe radiante como una estrella,

la casa alegre, la niña bella,

el perro amigo… ¿Dónde están hoy?

 

¡Oh calle sola, vetusta casa!

¡angostas puertas de aquel balcón!

Si todo muere, si todo pasa

¿por qué esta fiebre que el pecho abrasa

no ha consumido mi corazón?

 

Ya no hay macetas llenas de flores

que convirtieran en un pensil

Azotehuelas y corredores…

Ya no se escuchan frases de amores,

ni hay golondrinas del mes de abril.

 

Frente a la casa la cruz cristiana

del mismo templo donde rezó,

las mismas misas de la mañana,

la misa torre con la campana

que entre mis brazos la despertó.

 

Vetusta casa, mansión desierta,

mírame solo volviendo a ti…

arrodillado beso tu puerta

creyendo loco que aquella muerta

adentro espera pensando en mí.

 

 

Juan de Dios Peza

29 de junio de 1852

Ciudad de México

 


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