AMOR DE SOLSTICIO
Veinte siglos callado de timbre y vientre
y hoy inhóspito e inusitadamente
te extraño, ¡cuánto te extraño!,
y es raro, porque a mí nada me sorprende
ni la vereda llena de libros,
ni puzzles de lágrimas vivas
ni el jadeo de tu voz en mi nunca.
Pero…
silenciarte de noche, cuando llamas
de bruja a mi puerta
cuando me visitas de luna partida
en tajos finos,
eso siempre me tiembla en el mentón
y sin embargo, esclavo y señor
descorro todos los visillos,
desclavo de viruta el acordeón,
te recibo,
virgen caramelo en plena fruición.
Hoy noche de luna amapola
de blanco brillo en la almohada árabe
de jameos y arena,
hoy te incrusto junto a mi piel amarga
para hacerte pompa de jabón.
Y besarte de jirón en aros concéntricos
al ombligo,
deslizar mi lengua viva
del vientre al sur en tu cuello oriente
y denostado animal pararme en seco en tu sexo
abriéndote de rocío a la mañana
y cantar cada pétalo y deslizar dulce savia
de pistilos en cada raíz y abrocharte
en mi cintura, cabalando esta noche de
color luna amapola, todos los balcones amigos.
Y cruzarte cada mirada y bailar de puntillas
en la barandilla del mirador de la playa
cada murmullo de oleaje
mojando nuestros pies descalzos.
Eso extraño, bailar en la playa
de noche, descalzos de alma este poema
y caer como sudor toda la pasión de furia en
la arena y despertar confundidos
por el oleaje,
mar adentro en tirabuzones negros,
eso extraño y cuánto,
¡cuánto te extraño!
Carlos Fernández
Del libro: “Atravesando sombras”
Cuadro: "La mirada del futuro" de Carlos Fernández
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