lunes, 3 de abril de 2023

LA MUJER TATUADA

 

LA MUJER TATUADA

 

 

Las huellas de los pies de sus amantes

han cubierto su alcoba

con un tapiz de peregrinaciones.

 

La arcilla de su seno

está llena de huellas digitales,

y todo su cuerpo de jeroglíficos

de colibríes, besos

de sus amantes niños…

 

El vuelo de sus cejas

en su frente admirable

posa un perfil de zopilote

sobre los cráneos del zompaantli,

que echa a volar cuando sus ojos

luminosos se abren…

 

Espejo de obsidiana

del brujo Tezcatlipoca;

yugo de granito;

¡cóncavo

vaso de sacrificios!

 

Cuerpo macerado de inciensos

como las paredes de los templos.

Un pasajero amante

dejó escrito su nombre en un tatuaje

sobre su carne.

 

Su esencial orquídea,

como las de Mitla,

surge entre las piedras del templo

promulgando sangre de víctimas,

imán de mariposa ilusión

que flota en claros de luna o tiembla

en un verde rayo de sol.

 

La teoyamique sonríe en sus dientes

y el jaguar de su ardor abre las fauces

al través de una enagua de serpientes

 

y, hélice del Calendario ancestral,

su misterio sobre nuestras escamas

riza elásticas plumas de quetzal.

 

De su alma llena de sepulcros

suben hasta sus ojos

espectros y vislumbres de tesoros

 

y tanta pasión suprimida;

momias que emparedó el Santo Oficio

¡y hoy implacables resucitan…!

 

Mientras su carne de cera

arde con flama de pasión

como gran cirio de la Inquisición.

 

Se siente Emperatriz en las verbenas

y en la profunda ergástula de sus amantes, Reina,

y aspira como ídolo copales y alhucemas.

 

Caen los besos, de sus ojeras a la sombra,

en el ávido surco de su boca

y sus senos se hinchan

como si fueran a brotar dos rosas…

 

En  su vientre está la equino-cáctea,

en su vientre infecundo

¡tan blanco como la Vía Láctea

llena de mundos…!

 

Sus pésames aúllan con los coyotes de la sierra

y su máscara estampada de flores

cubre una sonrisa de hiena.

 

Como submarinas medusas

en espejismos de Atlántidas

ruedan sus ojos en blanco

 

cuando entre blasfemias roncas

su hombre se rinde entre sus brazos

como un ahorcado en una horca.

 

Nada hay

tan semejante a una chinampa florida

como su carne escondida

bajo tápalos de Catay…

 

Y a ella toda, como la gran curva de luz

del cohete que en silencio vuela

y suspende, doblado en festón de saúz,

un jardín milagroso en la plazuela

 

a tiempo que a la vera de la vieja casona

esquiva la Llorona

su fluido cuerpo de lémur

y su quejido doliente y vano

 

como de flauta hecha en un fémur

humano…

 

Juan José Tablada

3 de abril de 1871

México

Cuadro: "La mujer en azul" de Pablo Picasso

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