LA CASA
Dentro de la casa no hay polvo
ni las ventanas están mordidas por el largo olvido,
aunque te preguntas qué hacen ahí esas hojillas verdes
que alguien fue poniendo entra las junturas
y la acaracoladas rejas que vencieron al moho.
Sabes que dentro de la casa es hace muchos años
y que hay luz: se derrama desde una lágrima sonora. Los peldaños
de mármol, el cristal, el suave olor y las ondas
doradas de aquella visitante, ocupan su lugar, su tiempo, su
sentido. Aromas
de plátanos maduros, la calle –lejanas y amarillas
tierras, nombres de pájaros…---. Entonces
quién estaría naciendo, quién muriendo,
quién doblaría las esquinas, qué pregones,
cómo y quién vendría de camino y con qué mensaje
para ir tejiendo la sábana de vida --¿podría
haber sido otra vida si otra lanzadera…? –que ensombreció la casa.
Ha manchado la niña
la falda a mi mujer… Color ciruela, el traje.
Mujer de rubias ondas,
ahogándola en la mancha que se extiende,
en su forma ilusoria por los años: “Nuestro oro
no es el oro común. Tú, sin embargo,
has demandado al verde…”,
y la apagó dejándola en la acera
sola, ignorada por las otras que la sostienen
aunque la han desdeñado.
Te preguntas de dónde
llegaría el olvido a morder sus cristales,
entreabrir las ventanas para siempre, forzar
las puertas que yo no me llevé --¿quién
las abrió o cerró: la mano última?--. Poner
…temblor en los cuadros torcidos,
en los vidrios de la ciudad
sobre el pez…
briznas de
musgo y jaramago y un cuajarón de sombra coronándola
en el
brillante azul de la mañana.
Desde la
lágrima de luz, y desde el nido
de la
memoria van hacia ti sonidos,
roces,
voces, ir y venir que alcanzas
desde esta
orilla. Tus dedos
rozan tus
dedos. Y la casa durmiente, cuya luz
sólo tú
reconoces en tu olvido,
parece más
secreta en la ruidosa calle.
Julia Uceda
22 de octubre de 1925
Sevilla – España
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