viernes, 20 de octubre de 2023

TRISTEZA

 

TRISTEZA

 

 

Devuélvame, decía, a la afortunada orilla

donde Nápoles reflexiona en un mar de azul

sus palacios, sus laderas, sus astros sin nube,

donde el naranjo florece bajo un cielo siempre puro.

¿Qué tarda?¡Vayámonos! Todavía quiero ver de nuevo

Vesubio encendido saliente del pecho de las aguas;

quiero de sus alturas ver levantarse la aurora;

Quiero, guiando del que adoro,

volver a bajar, soñando, de estas risueñas laderas;

Soy en los rodeos de este golfo tranquilo;

regresemos sobre estos bordes a nuestros pasos tan conocidos,

a los jardines de Cintia, a la tumba de Virgilio

cerca de los pedazos dispersos del templo de Venus:

Allí, bajo los naranjos, bajo la vid florida,

cuyo pámpano flexible en el myrte se casa,

y trenza en tu cabeza una bóveda de flores,

al ruido dulce de la ola o del viento que murmura,

sólo con nuestro amor, sólo con la naturaleza,

la vida y la luz tendrán más dulzuras.

 

De mis días pasados la antorcha se consume,

se apaga por grados al soplo de la desgracia,

O, si lanza a veces una luz débil,

es cuando tu memoria en mi pecho lo vuelve a encender;

no sé si los dioses me permitirán por fin

terminar aquí abajo mi día penoso.

Mi horizonte se limita, y mi ojo incierto

atrévete a extenderlo apenas más allá de un año.

Pero si hay que perecer por la mañana,

si hace falta, sobre una tierra a la felicidad destinada,

dejar escapar de mi mano

esta copa que el destino

parecía tener para mí de rosas coronada,

les pido a los dioses sólo guiar mis pasos

hasta los bordes que embellece tu memoria querida,

de saludar de lejos estos afortunados climas,

y de morir a los lugares donde probé la vida.

 

Alphonse Lamartine

21 de octubre de 1790

Macôn – Francia

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