LA TAPIA
Toco la tapia del adobe manso
que el sol dejó como una áspera
miga.
Detrás está el descanso,
la sombra que mitiga
el infierno labriego,
derramado demonio de amarillo.
Y de este lado el campo mudo y
ciego,
traspasado a cuchillo.
Me arde la mano como si tocara
la carne de una herida con
gangrena.
Pero detrás se ampara
un corazón que todavía suena.
Ni piedra ni espesura. Solamente
para el barro debió haber una
gota
de agua. Suficiente.
Así la mano del adobe brota.
El adobe es humilde dios. Tutela
el hambre y el sudor. Un dios
ibero
que apenas se alza, y vuela
su sombra sobre el sueño
jornalero.
Pobremente defiende
el techo de la tapia al que
reposa
tras de sufrir. Su justa
sombra extiende.
No puede ser la tapia más
hermosa.
Leopoldo de Luis
Cuadro de Amalia Avia
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