miércoles, 19 de octubre de 2022

LOS NOMBRES QUE NO SUENAN

 


LOS NOMBRES QUE NO SUENAN

 

Alguien, amigos, niega vuestras muertes.

Dice que sois la sombra de una intriga,

de una leyenda a ratos negra, a ratos

azul o roja que al igual que el fuego

de la retama húmeda en los ojos

pone su venda de lloroso humo.

Dice que sois de nada o falsa piedra

de escándalo, de canto que se arroja

al cristal del tejado de la casa

que mal y poco a todos nos guarece

–a todos no, lo sé, pero aún no es tarde—

y a ver quién va a pagar los vidrios rotos.

 

Dice que vuestros nombres no le suenan.

 

Y no le sonarán, porque eran nombres

mudos, nombres sin timbres ni alharacas,

de los que pasan en silencio y llanto

ahogado, de los nombres que tan sólo

suenan en tanto suena el esqueleto

que no es mentira y que los sustentaba,

en tanto suena el corazón que sufre,

la garganta que llora o bien que tose

desde el gris desgarrón del pescho enfermo.

 

Hay hombres que no suenan más que a pena

oscura, a lenta mina hundida y sorda

bajo las galerías del cansancio

entre el carbón del miedo y la tristeza.

Nombres que se deshacen en el pobre

sonar de unas monedas ya difíciles

al cabo de una cuerda de ocho días.

Nada suenan los nombres ni las bocas

casi tampoco. Pero son de música

que se oye diariamente

tras la fatiga y la desesperanza

y que sigue sonando

tras el crimen y el tiempo y la injusticia

para los que no están del todo sordos.

 

Leopoldo de Luis

 

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