viernes, 31 de marzo de 2023

ELEGÍA INTERRUMPIDA

 


ELEGÍA INTERRUMPIDA

 

 

Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.

Al primer muerto nunca lo olvidamos,

aunque muera de rayo, tan aprisa

que no alcance la cama ni los óleos.

Oigo el bastón que duda en un peldaño,

el cuerpo que se afianza en un suspiro,

la puerta que se abre, el muerto que entra.

De una puerta a morir hay poco espacio

y apenas queda tiempo de sentarse,

alzar la cara, ver la hora

y enterarse: las ocho y cuarto.


Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.

La que murió noche tras noche

y era una larga despedida,

un tren que nunca parte, su agonía.

Codicia de la boca

al hilo de un suspiro suspendida,

ojos que no se cierran y hacen señas

y vagan de la lámpara a mis ojos,

fija mirada que se abraza a otra,

ajena, que se asfixia en el abrazo

y al fin se escapa y ve desde la orilla

cómo se hunde y pierde cuerpo el alma

y no encuentra unos ojos a que asirse…

¿Y me invitó a morir esa mirada?

Quizá morimos sólo porque nadie

quiere morirse con nosotros, nadie

quiere mirarnos a los ojos.


Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.

Al que se fue por unas horas

y nadie sabe en qué silencio entró.

De sobremesa, cada noche,

la pausa sin color que da al vacío

o la frase sin fin que cuelga a medias

del hilo de la araña del silencio

abren un corredor para el que vuelve:

suenan sus pasos, sube, se detiene…

Y alguien entre nosotros se levanta y cierra bien la puerta.

Pero él, allá del otro lado, insiste.

Acecha en cada hueco, en los repliegues,

vaga entre los bostezos, las afueras.

Aunque cerremos puertas, él insiste.


Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.

Rostros perdidos en mi frente, rostros

sin ojos, ojos fijos, vaciados,

¿busco en ellos acaso mi secreto,

el dios de sangre que mi sangre mueve,

el dios de yelo, el dios que me devora?

Su silencio es espejo de mi vida,

en mi vida su muerte se prolonga:

soy el error final de sus errores.


Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.

El pensamiento disipado, el acto

disipado, los nombres esparcidos

(lagunas, zonas nulas, hoyos

que escarba terca la memoria),

la dispersión de los encuentros,

el yo, su guiño abstracto, compartido

siempre por otro (el mismo) yo, las iras,

el deseo y sus máscaras, la víbora

enterrada, las lentas erosiones,

la espera el miedo, el acto

y su reverso: en mí se obstinan,

piden comer el pan, la fruta, el cuerpo,

beber el agua que les fue negada.

Pero no hay agua ya, todo está seco,

no sabe el pan, la fruta amarga,

amor domesticado masticado,

en jaulas de barrotes invisibles

mono onanista y perra amaestrada,

lo que devoras te devora,

tu víctima también es tu verdugo.

Montón de días muertos, arrugados

periódicos, y noches descorchadas

y amaneceres, corbata, nudo corredizo:

-saluda al sol, araña, no seas rencorosa…

Es un desierto circular el mundo,

el cielo está cerrado y el infierno vacío.

 

Octavio Paz

31 de marzo de 1914

Cuadro: "El estanque" de Paul Cézanne

miércoles, 29 de marzo de 2023

LA LIBERTAD

 


LA LIBERTAD

 

 

I

De pronto entró la Libertad.

 

La Libertad no tiene nombre,

no tiene estatua ni parientes.

La Libertad es feroz.

La Libertad es delicada.

 

La Libertad es simplemente la Libertad.

 

Ella se alimenta de muertos.

Los Héroes cayeron por Ella.

Sin angustia no hay Libertad,

sin alegría tampoco.

Entre ambas la Libertad

es el armonioso equilibrio.

 

Nosotros tenemos vergüenza,

la Libertad no la tiene,

la Libertad anda desnuda.

(Y el señor Jesucristo dijo

que el reino de Dios vendrá

cuando andemos de nuevo desnudos

y no tengamos vergüenza.)

 

Hermanos, nosotros sabemos,

pero la Libertad no sabe.

 

II

 

Hay que ser piedra o pura flor o agua,

conocer el secreto violeta de la pólvora,

haber visto morir delante del relámpago,

conocer la importancia del ajo y el espliego,

haber andado al sol, bajo la lluvia, al frío,

haber visto a un soldado con el fusil ardiente,

cantando, sin embargo, la Libertad querida.

 

Viva el amor, la vida primorosa,

la muerte creadora de olores penetrantes

y eso porque uno muere y resucita,

la luz sobre los techos de la aurora,

sobre las torres del petróleo,

sobre las azoteas de las parvas,

sobre los mástiles del queso y el vino,

sobre las pirámides del cuero y el pan,

la gente retornando,

una ventana con la bandera en familiar bordado

y la exacta ambulancia, con heridos,

cantando, sin embargo, la Libertad querida.

 

Hay que ser como el puente necesario,

natural como el lirio, como el toro,

saber llegar al fondo del silencio,

al subsuelo del brote y a la raíz del grito,

hay que haber conocido el miedo y el valor,

haber visto una mano que agita una linterna

de noche, hacia el distante nido de metralla,

hay que haber visto a un muerto cicatrizado y solo

cantando, sin embargo, la Libertad querida.

 

III

De pronto entró la Libertad.

 

Estábamos dormidos,

algunos bajo los árboles,

otros sobre los ríos,

algunos más entre el cemento,

otros más bajo la tierra.

 

De pronto entró la Libertad

con una antorcha en la mano.

 

Estábamos todos despiertos,

algunos con picos y palas,

otros con una pantalla verde,

algunos más entre libros,

otros más arrastrándose, solos.

 

De pronto entró la Libertad

con una espada en la mano.

 

Estábamos todos dormidos,

estábamos todos despiertos

y andaban el amor y el odio

más allá de las calaveras.

 

De pronto entró la Libertad,

no traía nada en la mano.

 

La Libertad cerró el puño.

¡Ay! entonces…

 

Raúl González Tuñón

29 de marzo de 1905

Cuadro: "El viaje a la libertad" de Mariano Madrazo

 

sábado, 25 de marzo de 2023

A LA PATRIA

 

A LA PATRIA

 

 

¡Cuán solitaria la nación que un día

poblara inmensa gente!

¡La nación cuyo imperio se extendía

del Ocaso al Oriente!

Lágrimas viertes, infeliz ahora,

soberana del mundo,

¡y nadie de tu faz encantadora

borra el dolor profundo!

Oscuridad y luto tenebroso

en ti vertió la muerte,

y en su furor el déspota sañoso

se complació en tu suerte.

No perdonó lo hermoso, patria mía;

cayó el joven guerrero,

cayó el anciano, y la segur impía

manejó placentero.

So la rabia cayó la virgen pura

del déspota sombrío,

como eclipsa la rosa su hermosura

en el sol del estío.

¡Oh vosotros, del mundo, habitadores!

Contemplad mi tormento:

¿Igualarse podrán ¡ah!, qué dolores

al dolor que yo siento?

Yo desterrado de la patria mía,

de una patria que adoro,

perdida miro su primer valía,

de una patria que adoro,

y sus desgracias lloro.

Hijos espurios y el fatal tirano

sus hijos han perdido,

y en campo de dolor su fértil llano

tienen ¡ay!, convertido.

Tendió sus brazos la agitada España,

sus hijos implorando:

sus hijos fueron, mas traidora saña

desbarató su bando.

¿Qué se hicieron tus muros torreados?

¡Oh, mi patria querida!

¿Dónde fueron tus héroes esforzados,

tu espada no vencida?

¡Ay!, de tus hijos en la humilde frente

está el rubor grabado:

a sus ojos caídos tristemente

el llanto está agolpado.

Un tiempo España fue: cien héroes fueron

en tiempos de ventura,

y las naciones tímidas la vieron

vistosa en hermosura.

Cual cedro que en el Líbano se ostenta,

su frente se elevaba;

como el trueno a la virgen amedrenta,

su voz las aterraba.

Mas ora, como piedra en el desierto,

yaces desamparada,

y el justo desgraciado vaga incierto

allá en tierra apartada.

Cubren su antigua pompa y poderío

pobre yerba y arena,

y el enemigo que tembló a su brío

burla y goza en su pena.

Vírgenes, destrenzad la cabellera

y dadla al vago viento:

acompañad con arpa lastimera

mi lúgubre lamento.

Desterrados ¡oh Dios!, de nuestros lares,

lloremos duelo tanto:

¿quién calmará ¡oh España!, tus pesares?,

¿quién secará tu llanto?

 

José de Espronceda

25 de marzo de 1808

 

 

jueves, 23 de marzo de 2023

NO ME ARREPIENTO DE NADA

 

NO ME ARREPIENTO DE NADA

 

 

Desde la mujer que soy,

a veces me da por contemplar

aquellas que pude haber sido;

las mujeres primorosas,

hacendosas, buenas esposas,

dechado de virtudes,

que deseara mi madre.

No sé por qué

la vida entera la he pasado

rebelándome contra ellas.

Odio sus amenazas en mi cuerpo.

La culpa que sus vidas impecables,

por extraño maleficio,

me inspiran.

Reniego de sus buenos oficios;

de los llantos a escondidas del esposo,

del pudor de su desnudez

bajo la planchada y almidonada ropa interior.

Estas mujeres, sin embargo,

me miran desde el interior de los espejos,

levantan su dedo acusador

y, a veces, cedo a sus miradas de reproche

y quiero ganarme la aceptación universal,

ser la “niña buena”, la “mujer decente”

la Gioconda irreprochable.

Sacarme diez en conducta

con el partido, el estado, las amistades,

mi familia, mis hijos y todos los demás seres

que abundantes pueblan este mundo nuestro.

En esta contradicción inevitable

entre lo que debió haber sido y lo que es,

he librado numerosas batallas mortales,

batallas a mordiscos de ellas contra mí

--ellas habitando en mí

queriendo ser yo misma--.

Transgrediendo maternos mandamientos,

desgarro adolorida y a trompicones

a las mujeres internas

que, desde la infancia, me retuercen los ojos

porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños,

porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable,

que se enamora como alma en pena

de causas justas, hombres hermosos,

y palabras juguetonas.

Porque, de adulta, me atreví a vivir

la niñez vedada,

e hice el amor sobre escritorios

--en horas de oficina—

y rompí lazos inviolables

y me atreví a gozar

el cuerpo sano y sinuoso

con que los genes de todos mis ancestros

me dotaron.

No culpo a nadie. Más bien les agradezco los dones.

No me arrepiento de nada, como dijo Edith Piaf.

Pero en los pozos oscuros en que me hundo,

cuando, en las mañanas, no más abrir los ojos,

siento las lágrimas pujando,

veo a esas otras mujeres esperando en el vestíbulo,

blandiendo condenas contra mi felicidad.

Impertérritas niñas buenas me circundan

y danzan sus canciones infantiles contra mí;

contra esta mujer

hecha y derecha,

plena,

esta mujer de pechos en pecho

y caderas anchas

que, por mi madre y contra ella,

me gusta ser.

 

Gioconda Belli

martes, 21 de marzo de 2023

UN DÍA ENTRE NOSOTROS

 


UN DÍA ENTRE NOSOTROS

 

 

Yo me siento. Tú te sientes. Nos sentimos,

estamos juntos. Somos

terriblemente dichosos,

como el cielo siempre azul, como el espanto,

como la luz que es la luz,

como el espacio.

 

Si ahora me preguntaran por qué estoy tan contento,

diría: “Porque soy.”

Y al decirme sería un poco menos.

Si tratara de explicarme surgirían como sierpes

desenvueltas y en combate mis ambiguos sentimientos.

Pero soy solo. Si. Soy. Te creo.

 

Estas aquí, en mí mismo.

Ni te veo, ni te pienso, ni te beso, ni te sueño.

Sólo estás. Estoy contigo. Yo, a tu lado. Tú conmigo.

Estamos en lo que somos, de puro simples, totales.

 

Estamos donde siempre, callados. No hay motivo

razonable para ser tan ferozmente dichosos.

Pero sacan el porrón de vino, las chuletas,

la ensalada, el Cacciotta ricamente podrido,

el jugo de naranja, los cafés, la ginebra.

Estamos juntos y todo nos sabe por eso a fiesta.

 

Soy feliz. ¡tan feliz!

Si ahora me levantara saldría por el techo.

Estoy, como se dice vulgarmente, contento.

Vivo, vivo, y contigo

comprendo que vivir es algo muy sencillo.

El corazón ha abierto su mano y yo deliro.

 

Me dejo estar. Te quiero. Todo es bello.

Irradio una certeza fulminante.

Soy el alguien tremendo que en ti se basta a sí mismo.

Soy mi absoluta presencia (¿qué pasa?)

ue está aquí (¡perdón, nada!)

soy contigo y tu conmigo, el imán de los prodigios.

 

¿Quién creería si nos viera que cada día, obtusa,

la desgracia del mundo de fuera nos arrastra?

¡Amor besa mi muerte! ¡Dolor, sé voluptuoso!

¡Oh tu. Necesidad, por la burla en mis ojos

y en pecho ese ritmo de la paz y la guerra

que son a una el latido fatal de la belleza!

 

¡Ahora, mi ahora mismo,

sé límpido y valiente, la alegría ganada

a los monstruos informes, y a lo triste sin alma!

¡Oh tu, mi yo más bello, mi más que yo, mi amada,

manténme con tus ojos suspenso, nunca grave,

y sea siempre magia la vida cotidiana!

 

Gabriel Celaya

18 de marzo de 1911

 

 

viernes, 17 de marzo de 2023

DESPUÉS DE LOS DÍAS


 DESPUÉS DE LOS DÍAS

 

 

Será cuando el misterio de la sombra,

piadosa madre de mi cuerpo, haya pasado;

cuando las angustiadas palomas, mis amigas, no repitan

por mí su vuelo funerario;

cuando el último brillo de mi boca se apague duramente,

sin orgullo;

mucho después de la muerte.

 

No acabarás entonces,

mitad de mi vida fatigada de cantar lo terrestre.

Nadie podrá mirarte con esa misma pena que se tiene

al mirar un pálido arenal interminable,

porque tú volverás, ¡oh corazón amante del recuerdo!,

a las tristes planicies.

 

Serás el mismo viento tormentoso de agosto,

huracanado y redentor como la plegaria de un tiempo

arrepentido;

serás, cuando la noche, esa visión luciente que responde

en la niebla

a una señal de oscuro desamparo;

tu voz  tendrá un sonido humilde y temeroso

porque será el rumor doliente de los cercos

que guardaron tu infancia,

al desmoronarse;

y tu color será el color del aire, dulcemente amarillo,

que las hojas de otoño desvanecen para sobrevivir.

 

Detrás de las paredes que limitan los sueños

estarán todavía los hombres,

prisioneros de sus mismos semblantes;

aquéllos, los marchitos,

los que dicen adiós con su mirada única,

a cada nuevo paso del sombrío cortejo de su sangre,

mientras van consumiendo su destino de arena porque

su cielo cabe en una lágrima.

 

No te detengas, no glorioso mediodía de mis huesos.

Ellos ven en el polvo un letárgico olvido tan largo

como el mundo,

y tú sabes, cuerpo mío dichoso desde el tiempo,

que no en vano mecieron tu corazón las lentas primaveras,

que tu pecho está unido a ese incesante aliento que

reconoce en él una guarida

que será necesario morir para el canto glorioso

de la tierra.

 

Olga Orozco

17 de marzo de 1920

jueves, 16 de marzo de 2023

LA VIDA, ESTA VIDA...

 


LA VIDA, ESTA VIDA…

 

 

La vida, esta vida

me placía, su instrumento, esas palomas….

Me placía escucharlas gobernarse en lontananza,

advenir naturales, determinado el número,

y ejecutar, según sus aflicciones, sus dianas de

       animales.

 

Encogido,

oí desde mis hombros

su sosegada producción,

cave los albañales sesgar sus trece huesos,

dentro viejo tornillo hincharse el plomo.

Sus paujiles picos,

pareadas palomitas,

las póbridas, hojeándose los hígados,

sobrinas de la nube… ¡Vida! ¡Vida! Esta es la vida!

 

Zurear su tradición rojo les era,

rojo moral, palomas vigilantes,

talvez rojo de herrumbre,

si caían entonces azulmente.

 

Su elemental cadena,

sus viajes de individuales pájaros viajeros,

echaron humo denso,

pena física, pórtico influyente.

 

Palomas saltando, indelebles

palomas olorosas,

manferidas venían, advenían

por azarosas vías digestivas,

a contarme sus cosas fosforosas,

pájaros de contar,

pájaros transitivos y orejones…

 

No escucharé ya más desde mis hombros

huesudo, enfermo, en cama,

ejecutar sus dianas de animales… Me doy cuenta.

 

César Vallejo

miércoles, 15 de marzo de 2023

POEMA DE AMOR



POEMA DE AMOR

 

 

Te amo, sueño del viento;

confluyes con mis dedos olvidado del norte

en las dulces mañanas del mundo cabeza abajo

cuando es fácil sonreír porque la lluvia es blanda.

 

En el seno de un río viajar es delicia;

oh peces amigos, decidme el secreto de los ojos abiertos,

de las miradas mias que van a dar en la mar,

sosteniendo las quillas de los barcos lejanos.

 

Yo os amo, viajadores del mundo, los que dormís sobre el agua,

hombres que van a América en busca de sus vestidos,

los que dejan en la playa su desnudez dolida

y sobre las cubiertas del barco atraen el rayo de la luna.

 

Caminar esperando es risueño, es hermoso,

la plata y el oro no han cambiado de fondo,

botan sobre las ondas, sobre el lomo escamado

y hacen música o sueño para los pelos más rubios.

 

Por el fondo de un río mi deseo se marcha

de los pueblos innúmeros que he tenido en las yemas,

esas oscuridades que vestido de negro

he dejado ya lejos dibujadas en espalda.

 

La esperanza es la tierra, es la mejilla,

es un inmenso párpado donde yo sé que existo.

¿Te acuerdas? Para el mundo he nacido una noche

en que era suma y resta la clave de los sueños.

 

Peces, árboles, piedras, corazones, medallas,

sobre vuestras concéntricas ondas, si, detenidas,

yo me muevo y, si giro, me busco, oh centro, oh centro,

camino, viajadores del mundo, del futuro existente

más allá de los mares, en mis pulsos que laten.

 

Vicente Aleixandre

Cuadro de Edouard Manet

 

viernes, 10 de marzo de 2023

ODA

 


ODA

 

 

No pretendas saber (que es imposible)

cuál fin el cielo a ti y a mí destina,

Leucónoe, ni los números caldeos

consultes, no; que en dulce paz, cualquiera

suerte podrás sufrir. O ya el tonante

muchos inviernos a tu vida otorgue,

o ya postrero fuese el que hoy quebranta

en los peñascos las tirrenas ondas,

tú, si prudente fueres, no rehúyas

los brindis y el placer. Reduce a breve

término tu esperanza. La edad nuestra

mientras hablamos envidiosa corre.

¡Ay! goza del presente, y nunca fíes,

crédula, del futuro incierto día.

 

Leandro Fernández de Moratín

10 de marzo de 1760

 

jueves, 9 de marzo de 2023

EL TRAJE NUEVO

 

EL TRAJE NUEVO

 

 

Voy a vestirme el traje de etiqueta.

Cuidaré mis maneras.

Perfumaré mi aliento –respirando el estiércol tanto tiempo…

 

No. No es correcto. Lo sé,

el presentarme así todos los días.

A mi modo. Rebelde.

Llevando de la mano –igual que las gitanas a la puerta del “metro”-,

palabras mal peinadas. Andrajosas. Desnudas.

Intentaré acordarlas.

Arcangélica música debe lleva el viento

cuando gira:

“Los oros del otoño!, “Las cascadas”, “Los trinos”.

 

Pero no. No podré; ¡estos modales…!

Cuando me sienta estrecha aquí en el alma.

Cuando me pise sin clemencia el Tiempo,

vocearé de nuevo

Escupiré a la rima –la rima es de burgueses

de la cita-, y mis zapatos

llevaré ya en la mano. Iré saltando

libre

de su opresión.

Y de verdad lo siento. Debe ser tan hermoso,

con paternal orgullo,

pasear entre gentes –satisfechas

del todo- almidonadas frases

con puntilla

y lazos

de colores vistosos…

 

Elvira Lacaci

9 de marzo de 1916

miércoles, 8 de marzo de 2023

A UNAS ANSIAS AMOROSAS

 


 A UNAS ANSIAS AMOROSAS

 

Pues no puedo callar

ni hablar tampoco puedo,

entre callar y hablar

desahogarme intento.

 

Y callando lo más

y diciendo lo menos,

podré cumplir en parte

con estos dos afectos.

 

Yo me abraso de amores,

sin duda yo me quemo,

que me ha llegado así

un infinito fuego.

 

De cerca pudo herirme

si bien estaba lejos,

y en calor tan activo

se deshizo mi hielo.

 

Es el amante mío

fino por todo extremo, y

 agora, por mi dicha,

ha dado en estar tierno.

 

Causan efectos tales

sus regalos del cielo,

que cuando me da vida,

me la quite deseo.

 

Yo no entiendo sus obras

y sólo decir puedo

que con razón le llaman

artífice de enredos.

 

No sabré encarecer

lo mucho que padezco

ni lo mucho que gozo,

todo en un mismo tiempo.

 

Para matar de amores

y hacer otros excesos,

sus gracias sólo bastan,

que es hermoso y discreto,

 

liberal y apacible,

caricioso y risueño,

y también le hace gracia

un poquito de ceño.

 

Este se quita al punto

en un abrazo estrecho,

y queda serenado

todo el hermoso cielo.

 

No pudiera decir,

si el tiempo fuera eterno,

cuánto sé de su amor

y lo que yo le quiero.

 

Vivo con imposibles,

porque un amor inmenso

para amarte, bien mío,

quisiera por lo menos.

 

Tú eres, dulce Señor

y regalado dueño,

a quien me dio el amor

por excesivo precio.

 

Naciste para mí,

moriste en un madero,

quedaste en comida 

de gustos verdaderos.

 

Este fue el non plus ultra

de tu poder inmenso;

pudo llegar aquí

de tu amor el exceso.

 

Más no pudo pasar

ni hacer mayor empeño,

que en fineza tan grande

echaste todo el resto.

 

¿Cómo no me deshago

en agradecimiento

comiendo tantas veces

este manjar del cielo?

 

Sin duda este bocado,

de bien y gloria lleno,

me hechiza y enamora

y hace perder el seso.

 

Y mientras más le como,

más apetito tengo,

que aunque me sacia el alma

la aviva por extremo.

 

¡Qué enamorado estabas,

querido por quien muero,

cuando, por obligarme,

te diste todo entero!

 

¡Qué engañados que viven

los miserables necios,

que apartados de ti,

piensan vivir contentos!

 

¿Quién les comunicara

la dulzura que siento

y el deleite que gozo

teniéndote en mi pecho?

 

Mi bien, porque te

amaran,

te diera cuanto tengo

de tus dulces regalos,

y pasara sin ellos.

 

¡Oh si pudiera yo,

a costa de tormentos,

hacer que te sirvieran

cuantos te ofenden

ciegos!

 

¡Oh si también pudiera,

con abrasado celo,

dar una voz terrible

en todo el universo

 

diciendo: amad a Dios,

mirad que él solo es

bueno,

él solo satisface

y da consuelo entero!

 

¿Qué utilidad sacáis

de tan viles empleos

que os llevan tan aprisa

a un precipicio eterno?

 

Felicidad infame

son vuestros pasatiempos,

y gloria imaginada

que conduce al infierno.

 

Volved, Señor piadoso,

esos ojos serenos,

y a tanta ingratitud

no castiguéis severo, 

 

que esta mía mayor

con razón considero,

pues que debiendo más,

os pago tanto menos.

 

Pero volviendo ya

a tratar del incendio

que causa en mí tu amor,

se templará este afecto.

 

¿Sabes que me imagino,

y aun lo atengo por cierto,

que estás flechando el

arco

cuando dices requiebros?

 

Presumo que saetas

arrojas a mi pecho

cuando con tus caricias

se derrite de tierno.

 

Acaba de enfermarme

o matarme, te ruego,

pues el morir de amor

es sólo mi remedio.

 

Y en tanto, vida mía,

que tanto bien merezco,

no dejes de aliviarme

con avivar el fuego.

 

¡Oh  si creciera tanto

la llama de este incendio

que abrasara en tu amor

a todo el mundo luego!

 

¡Oh si viesen mis ojos

que con afecto tierno

te amasen cuantos viven

en este vil destierro!

 

No quiero que me des

otra gloria ni premio

sino ver que te busquen

y aspiren a tu reino.

 

Marcela de San Félix

8 de marzo de 1605