DESPUÉS DE LOS DÍAS
Será
cuando el misterio de la sombra,
piadosa
madre de mi cuerpo, haya pasado;
cuando
las angustiadas palomas, mis amigas, no repitan
por
mí su vuelo funerario;
cuando
el último brillo de mi boca se apague duramente,
sin
orgullo;
mucho
después de la muerte.
No
acabarás entonces,
mitad
de mi vida fatigada de cantar lo terrestre.
Nadie
podrá mirarte con esa misma pena que se tiene
al
mirar un pálido arenal interminable,
porque
tú volverás, ¡oh corazón amante del recuerdo!,
a
las tristes planicies.
Serás
el mismo viento tormentoso de agosto,
huracanado
y redentor como la plegaria de un tiempo
arrepentido;
serás,
cuando la noche, esa visión luciente que responde
en
la niebla
a una señal de oscuro desamparo;
tu voz tendrá un sonido humilde
y temeroso
porque será el rumor doliente de los cercos
que guardaron tu infancia,
al desmoronarse;
y tu color será el color del aire, dulcemente amarillo,
que las hojas de otoño desvanecen para sobrevivir.
Detrás de las paredes que limitan los sueños
estarán todavía los hombres,
prisioneros de sus mismos semblantes;
aquéllos, los marchitos,
los que dicen adiós con su mirada única,
a cada nuevo paso del sombrío cortejo de su sangre,
mientras van consumiendo su destino de arena porque
su cielo cabe en una lágrima.
No te detengas, no glorioso mediodía de mis huesos.
Ellos ven en el polvo un letárgico olvido tan largo
como el mundo,
y tú sabes, cuerpo mío dichoso desde el tiempo,
que no en vano mecieron tu corazón las lentas primaveras,
que tu pecho está unido a ese incesante aliento que
reconoce en él una guarida
que será necesario morir para el canto glorioso
de la tierra.
Olga Orozco
17 de marzo de 1920
No hay comentarios:
Publicar un comentario
poesia