BALBUCEAR
Balbucear
cuando ya no queda otro
camino
balbucear
aunque poco a poco
ir diciendo.
Primero una palabra
solitaria
después de la palabra
vendrá el recuerdo
y las palabras del
recuerdo
que nos recuerden la
palabra.
Temblando
llorando
llenos de miedo
no dejar de decir.
Me fui cayendo
y por una artimaña del
destino
me veía caer.
A veces
iba cayendo como la nieve
lentamente
más que caer
el verdadero juego era
volar.
Olímpico hielo algodonoso
me posaba sobre las almas
y en la oscura pasión
de los encuentros
un instante era yo
luego otra cosa.
A veces volar era caerse
violentamente
contra la nada
contra la tierra
contra una mujer.
Piedra
granizo serpenteante
caía sin parar.
Calor endurecido
vértigo de llegar al final
atravesaba todos los
confines.
Bestia condenada
a morir atravesaba el
alma.
Fui libre todo lo que
quise.
De tanta libertad
me fui llenando las manos
y los ojos
de violentas miserias.
La soledad y el hambre
en cada libertad
se apoderaban de mi mente
y rumiaba la libertad
como si la libertad
fuera un pasto salvaje
y yo una fiera.
Libertad inútil libertad
y moría una vez más ese
vacío
y salía a la calle
y los mercaderes me
miraban
con malos ojos
y algunos amigos me
decían:
Estás adelgazando
seguir así
te llevará al silencio
alguna tarde morirás.
Muerto
yo los miraba
entontecido sin
comprender.
Envolvieron mi cuerpo
con delicadas prendas
como nunca nadie me había
visto
y se gritaban unos a
otros:
La libertad vivía en él.
La libertad ha muerto.
Miguel Oscar Menassa
Del libro: “La poesía y
yo”
19 de septiembre de 1940
Buenos Aires
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