sábado, 21 de septiembre de 2024

BALBUCEAR

 


BALBUCEAR

 

 

Balbucear

cuando ya no queda otro camino

balbucear

aunque poco a poco

ir diciendo.

 

Primero una palabra solitaria

después de la palabra

vendrá el recuerdo

y las palabras del recuerdo

que nos recuerden la palabra.

 

Temblando

llorando

llenos de miedo

no dejar de decir.

 

Me fui cayendo

y por una artimaña del destino

me veía caer.

 

A veces

iba cayendo como la nieve

lentamente

más que caer

el verdadero juego era volar.

 

Olímpico hielo algodonoso

me posaba sobre las almas

y en la oscura pasión

de los encuentros

un instante era yo

luego otra cosa.

 

A veces volar era caerse

violentamente

contra la nada

contra la tierra 

contra una mujer.

Piedra

granizo serpenteante

caía sin parar.

Calor endurecido

vértigo de llegar al final

atravesaba todos los confines.

Bestia condenada

a morir atravesaba el alma.

 

Fui libre todo lo que quise.

 

De tanta libertad

me fui llenando las manos

y los ojos

de violentas miserias.

 

La soledad  y el hambre

en cada libertad

se apoderaban de mi mente

y rumiaba la libertad

como si la libertad

fuera un pasto salvaje

y yo una fiera.

 

Libertad inútil libertad

y moría una vez más ese vacío

y salía a la calle

y los mercaderes me miraban

con malos ojos

y algunos amigos me decían:

Estás adelgazando

seguir así

te llevará al silencio

alguna tarde morirás.

 

Muerto

yo los miraba

entontecido sin comprender.

Envolvieron mi cuerpo

con delicadas prendas

como nunca nadie me había visto

y se gritaban unos a otros:

 

La libertad vivía en él.

La libertad ha muerto.

 

Miguel Oscar Menassa

Del libro: “La poesía y yo”

19 de septiembre de 1940

Buenos Aires

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