INCIDENTE DOMÉSTICO
Traza la niña toscos
garrapatos,
de escritura remedo,
me los presenta y
dice
con un mohín de
inteligente gesto:
“¿Qué doce aquí, papá?”
Miro unas líneas que
parecen versos.
“¿Aquí?” “Sí, aquí;
lo he escrito yo; ¿Qué dice?
Porque yo no sé
leerlo…”
“¡Aquí no dice nada!”,
le contesté al momento.
“¿Nada?”, y se queda
un rato pensativa
-o así me lo parece, por
lo menos,
pues ¿está en los demás
o está en nosotros
eso a que damos en llamar
talento?-.
Luego, reflexionando,
me decía:
¿Hice bien revelándole
el secreto?
-no el suyo ni el de aquellas
toscas líneas,
el mío, por supuesto-.
¿Sé yo si alguna musa
misteriosa,
un subterráneo genio,
un espíritu errante que
a la espera
para encarnar está de
humano cuerpo,
no le dictó esas líneas
de enigmáticos versos?
¿Sé yo si son la gráfica
envoltura
de un idioma de siglos
venideros?
¿Sé yo si dicen algo?
¿He vivido yo acaso de
ellas dentro?
No dicen más los árboles,
las nubes,
los pájaros, los ríos,
los luceros…
¡No dicen más y nos lo
dicen todo!
¿Quién sabe de secretos?
Miguel de Unamuno
29 de septiembre de
1864
Bilbao
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