lunes, 23 de septiembre de 2024

UNA MUJER SE INCLINA HACIA LA TIERRA

 

UNA MUJER SE INCLINA HACIA LA TIERRA

 

Una mujer inclina su osamenta

sobre la fresca hierba y arranca la maleza

pensando en el contacto de la tierra y su semilla.

 

Una mujer viste de negro desteñido,

tiene su piel curtida por el viento

y el sol no anida en sus bolsillos ni en sus piernas.

 

Una mujer entreteje los sueños del futuro

inclinada mirando la humedad y los terrones,

piensa en lo que no puede pensar

y se entrega placiente a los olores frescos

que salen de sus manos tirando de los niños.

 

Dónde están mis preferidos…

y el patio se puebla ahora de palabras indecisas,

mil hojas verde amarillentas dibujan formas del murmullo,

ídolos caen de templos primordiales entre rituales polimorfos

entretejiendo nudos,

donde la memoria devuelve los espectros

y caen uno a uno los recuerdos,

un pasado brotado palpando el tacto verde

que enturbió la arboleda

agolpando las sombras

que querían beber la líquida espesura ahora

convertida en un árbol de viento, enredado en el aire.

 

Una abertura más allá de lo mirado se convirtió en su sexo

un pensamiento sin ideas,

sólo formas combinadas de diversas maneras

y dentro de ellas un anillo de cales conduciendo ecos, luces, deseos

cascadas de labios habitando las grietas donde el insecto

entreteje los hilos agrisados donde colgar la luna.

 

No hay adentro ni afuera,

el alfabeto es la madera del tronco calcinado

que murió entre las llamas,

incendio de resurrecciones,

y el tiempo, el tiempo que no vuelve,

es la inclinada cabeza que ira entre las hierbas

la estrella que se tiñó de verde

y que arrastró consigo el continente no geográfico

donde una mujer bebe el humo de su hoguera

y arranca la música nocturna

que las yemas de sus dedos no ha inventado todavía.

 

Norma Menassa

21 de septiembre de 1938

Buenos Aires

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