INVENTARIO DE LUGARES PROPICIOS AL
AMOR
Son pocos.
La primavera está muy
prestigiada, pero
es mejor el verano.
Y también esas grietas que
el otoño
forma al interceder con
los domingos
en algunas ciudades
ya de por sí amarillas
como plátanos.
El invierno elimina muchos
sitios:
quicios de puertas
orientadas al norte,
orillas de los ríos,
bancos públicos.
Los contrafuertes
exteriores
de las viejas iglesias
dejan a veces huecos
utilizables aunque caiga
nieve.
Pero desengañémonos: las bajas temperaturas
y los vientos húmedos lo dificultan todo.
Las ordenanzas, además,
proscriben
la caricia (con exenciones
para determinadas zonas
epidérmicas
-sin interés alguno-
en niños, perros y otros
animales)
y el “no tocar, peligro de
ignominia”
puede leerse en miles de
miradas.
¿Adónde huir, entonces?
Por todas partes ojos
bizcos,
corneas torturadas,
implacables pupilas,
retinas reticentes,
vigilan, desconfían,
amenazan.
Queda quizá el recurso de
andar solo,
de vaciar el alma de
ternura
y llenarla de hastío e indiferencia,
en este tiempo hostil,
propicio al odio.
Ángel González
6 de septiembre de 1925
Oviedo
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