Poema de León Felipe leído en la Exposición de Pintura de Carlos Fernández en la Sala de Exposiciones "Quinta de Cervantes".
¡QUÉ LÁSTIMA!
Para Alberto
López Arguello
¡Qué lástima!
Que yo no pueda
cantar a la usanza de este tiempo
lo mismo que los
poetas que hoy cantan!
¡Qué lástima que yo
no pueda entonar
con una voz engolada
esas brillantes romanzas
a las glorias de la
patria!
¡Qué lástima que yo
no tenga una patria!
Sé que la historia es
la misma,
la misma siempre, que
pasa
desde una tierra a
otra tierra,
desde una raza a otra
raza,
como pasan esas
tormentas de estío
desde ésta a aquella
comarca.
¡Qué lástima que yo
no tenga comarca,
patria chica, tierra
provinciana!
Debí nacer en la
entraña en la estepa castellana.
Y fui a nacer en un
pueblo del que no recuerdo nada:
pasé los días azules
de mi infancia en Salamanca,
y mi juventud, una
juventud sombría, en la montaña.
Después… ya no he
vuelto a echar el ancla
y ninguna de estas
tierras me levanta ni me exalta
para poder cantar
siempre en la misma tonada
al mismo río que pasa
rodando las mismas aguas,
el mismo cielo, al
mismo campo y en la misma casa.
¡Qué lástima que yo
no tenga una casa!
Una casa solariega y
blasonada,
una casa en que
guardara,
a más de otras cosas
raras,
un sillón viejo de
cuero, una mesa apolillada
y el retrato de un mi
abuelo
que ganara una
batalla.
¡Qué lástima que yo
no tenga un abuelo
que ganara una
batalla, retratado
con una mano cruzada
en el pecho,
y la otra mano en el
puño de la espada!
¡Qué lástima que yo
no tenga siquiera una espada!
Porque… ¿qué voy a
cantar
si no tengo ni una
patria,
ni una tierra
provinciana,
ni una casa solariega
y blasonada,
ni el retrato de un
mi abuelo
que ganara una
batalla,
ni un sillón viejo de
cuero
ni una mesa, ni una
espada?
¡Qué voy a cantar si
soy
un paria que apenas
tiene una capa!
Sin embargo… en esta
tierra de España
y en un pueblo de la
Alcarria
hay una casa en la
que estoy de posada
y donde tengo,
prestadas,
una mesa de pino y
una silla de paja.
Un libro tengo
también.
Y todo mi ajuar se
halla en una sala muy amplia
y muya blanca que
está en la parte más baja
y más fresca de la
casa. Tiene una luz muy clara
esta sala tan amplia
y tan blanca…
Una luz muy clara que
entra por una ventana
que da a una calle
muy ancha.
Y a la luz de esta
ventana vengo todas las mañanas.
Aquí me siento sobre
mi silla de paja
y venzo las horas
largas leyendo en mi libro y viendo
cómo pasa la gente al
través de la ventana.
Cosas de poca
importancia
parecen un libro y el
cristal de una ventana
en un pueblo de la
Alcarria,
y, sin embargo, le
basta
para sentir todo el
ritmo de la vida a mi alma.
Que todo el ritmo del
mundo por estos cristales pasa
ese pastor que va
detrás de las cabras
con una enorme
cayada,
esa mujer agobiada
con una carga de leña
en la espalda,
esos mendigos que
vienen
arrastrando sus
miserias de Pastrana,
y esa niña que va a
la escuela de tan mala gana.
¡Oh, esa niña! Hace
un alto en mi ventana siempre,
y se queda a los
cristales pegada
como si fuera una
estampa.
¡Qué gracia tiene su
cara en el cristal aplastada
con la barbilla
sumida y la naricilla chata!
Yo me río mucho
mirándola y la digo
que es una niña muye
guapa…
Ella entonces me
llama ¡tonto!, y se marcha.
¡Pobre niña! Ya no
pasa por esta calle tan ancha
caminando hacia la
escuela de mala gana,
ni se para en mi
ventana,
ni se queda a los
cristales pegada
como si fuera una
estampa.
Que un día se puso
mala, muy mala,
y otro día doblaron
por ella a muerto las campanas.
Y en una tarde muy
clara, por esta calle tan ancha,
al través de la
ventana, vi cómo se la llevaban
en una caja muy
blanca… en una caja muy blanca
que tenía un
cristalito en la tapa.
Por aquel cristal se
la veía la cara
lo mismo que cuando
estaba
pegadita al cristal
de mi ventana…
Al cristal de esta
ventana
que ahora me recuerda
siempre
el cristalito de
aquella caja tan blanca.
Todo el ritmo de la
vida pasa
por este cristal de
mi ventana…
Y la muerte también
pasa…
¡Qué lástima!
Que no pudiendo
cantar otras hazañas
porque no tengo una
patria,
ni una tierra
provinciana,
ni una casa solariega
y blasonada,
ni el retrato de un
mi abuelo
que ganara una
batalla,
ni un sillón viejo de
cuero,
ni una mesa, ni una
espada,
y soy un paria que
apenas tiene una capa…
venga forzado a
cantar, cosas de poca importancia!
León Felipe
11 de abril de 1884
Tábara (Zamora)