jueves, 18 de junio de 2020

VOLVER A SALIR


VOLVER A SALIR

Pasan los días y pasa el tiempo
dejando la honda cicatriz,
la luz nos obliga a salir al encuentro
con almas ficticiamente amigas,
con roles que robaron tramos de nuestra vida
envenenando el sosiego,
rompiendo el eslabón de la concordia en nuestra tez.
Pasan los días abriendo de nuevo
un surco al caminar de frente,
porque mirar atrás ya no sirve,
atrás quedaron vestigios de duelo
y sueños incrustados en la alevosía de un caminar
dando bandazos creyendo transitar
un mundo fabuloso lleno de clamor.
El mundo corría como si no hubiera mañana,
aplastaba manos laboriosas,
trepidante a conseguir el más alto galardón
y el mismo mundo nos detuvo.
Ahora pasan los días y nos acostumbramos
a sobrevivir sin necesidad de la exuberancia
que solo deja un vacío en nuestra piel,
palabras huecas
que sólo destellan la sagaz soledad
bajo la intemperie invernal en el último rincón.
Pasan los días
y se va abriendo la cortina
para dejar el horizonte lúcido y limpio
como si hubiésemos tenido que cumplir condena
por el nefasto devenir de un mundo enloquecido
por conseguir el podio de nuestras miserias
vestidas de pundonor.
Pasan los días
y el temor a cruzar el zaguán nos deja desnudos
frente a la nueva acritud del vecino
elevando cantos a mezquindades absurdas
acogiéndose a viejos blasones,
quizá su objeto de supervivencia.
Nos hemos forjado en nuestro pequeño mundo
y no queremos volver de nuevo a la miseria
de tan encomiada vida,
tiembla el pulso ante una desfachatez
procurada en siglos de historia
haciendo el vestir cada día.
Desde la azotea o desde el ventanuco
vemos la colina luminosa como nunca,
el futuro esperando al otro lado del jardín,
más el miedo a flaquear es más fuerte.
Noventa y ocho días avalan el esfuerzo.
Tal vez hayamos aprendido, o no.

Gloria Gómez


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