lunes, 29 de mayo de 2023

ESOS BESOS QUE NUNCA TÚ ME DISTE...

 

ESOS BESOS QUE NUNCA TÚ ME DISTE…

 

 

Esos besos que nunca tú me diste

esas caricias casi clandestinas

esas caricias tuyas, asesinas

y tu recuerdo que cual toro embiste.

 

Ya ni el demonio tétrico me asiste

recorro en vano todas las cortinas

mis noches son de sombra y de morfina

desde una tarde en que sin fin partiste.

 

Desde esa tarde miro cada tarde

una montaña lila y transparente

una montaña de aluminio eterno.

 

Mi corazón de vidrio es muy cobarde

terribles, los conflictos de mi mente

soy la dueña absoluta del infierno.

 

Pita Amor

30 de mayo de 1918

Ciudad de México (México)

EL CATALEJO DEL ABUELO

 


EL CATALEJO DEL ABUELO

 

 

¡Oh abuelo capitán!

La frontera del mar has traspasado,

bajaste de la montaña hacia las olas,

no querías que el abrazo duro

de los Riesco de Aranzazu te hiriese.

La seda larga del océano

te esperaba –sombra y luz en su seno-,

un afilado barco y lejanía en los ojos

para el camino claro de las olas.

El mar, el mar, el mar, ir por su llano sin barreras,

sin las altas barreras que guardaron tu infancia

cuando el lobo aullaba y los robles gemían

en las noches húmedas bajo el turbión implacable.

Ahora de ti, yo, tu pequeña hoja,

abuelo capitán, raíz que se hizo

tronco esbelto en casco de navío.

Solo este roto catalejo, apagado espejuelo

que se reflejara la estrella del Norte

pequeña y dura como un diamante

que esperase caer sobre el sueño del marino.

El barco ya no, tus ojos de mar y bosque ya no,

ni tu envergadura recia de hijo de la adusta montaña.

Solo el mar y el risco frente a frente.

Tu, hecho para las altas dimensiones,

para la seria paz de los prados altos,

para dormir bajo la gris encina,

guardando el rebaño del padre

con tu inocente olor a recental y establo,

preferiste bajar hacia la falsa llanura

y sentirte llevado por lo ancho de la tierra,

transpirando vaho áspero y salobre

bajo las velas blancas,

bajo los signos claros,

bajo la muerte acechante de las nubes,

con este catalejo que hoy duerme sin ti

porque ya no necesitas te alcance

paisajes de estrellas y gaviotas;

que tú pasaste como las nubes,

caíste como las hojas,

como pasaré y caeré yo,

hoja pequeña de tu raza.

¡Oh abuelo capitán de ojos desconocidos!

Solo el mar permanece, tu mar

y la montaña, tu montaña,

frente a frente,

esperando…

 

Josefina Romo Arregui

27 de mayo de 1909

Madrid – España


jueves, 25 de mayo de 2023

ESTOY AQUÍ SENTADA CON TODAS MIS PALABRAS...

 


ESTOY AQUÍ SENTADA CON TODAS MIS PALABRAS…

 

 

Estoy aquí sentada con todas mis palabras

como una cesta de fruta verde, intactas.

 

Los fragmentos

de mil dioses antiguos derribados

se buscan por mi sangre, se aprisionan, queriendo

recomponer su estatua.

De las bocas destruidas

quiere subir hasta mi boca un canto,

un olor de resinas quemadas, algún gesto

de misteriosa roca trabajada.

Pero soy el olvido, la traición,

el caracol que no guardó del mar

ni el eco de la más pequeña ola.

Y no miro los templos sumergidos;

sólo miro los árboles que encima de las ruinas

mueven su vasta sombra, muerden con dientes ácidos

el viento cuando pasa.

Y los signos se cierran bajo mis ojos como

la flor bajo los dedos torpísimos de un ciego.

Pero yo sé: detrás

de mi cuerpo otro cuerpo se agazapa,

y alrededor de mí muchas respiraciones

cruzan furtivamente

como los animales nocturnos en la selva.

Yo sé, en algún lugar,

lo mismo

que en el desierto cactus,

un constelado corazón de espinas

está aguardando un hombre como el cactus la lluvia.

Pero yo no conozco más que ciertas palabras

en el idioma o lápida

bajo el que sepultaron vivo a mi antepasado.

 

Rosario Castellanos

25 de mayo de 1925

Distrito Federal (México)

miércoles, 24 de mayo de 2023

LA MUERTE DEL HOMBRE

 

LA MUERTE DEL HOMBRE

 

 

Es otra vez de noche

y en general

la casa duerme.

 

Una voz en la radio

dice últimas palabras.

Me entretengo con el humo

y me ocurren mil fantasías

y ninguna tiene que ver

con recostarme

tranquilamente en la cama

y dormir.

 

Entre tantos papeles

terminare siendo un escritor

y fijo mi mirada en la lejanía

y dejo que la historia del hombre

irrumpa

con la violencia de su sino

mi noche.

 

Enciendo cigarrillos a mansalva

uno detrás de otro como si fueran

centelleantes grandas contra los opresores.

 

Desde hace millones de años

el hombre vive de rodillas.

 

Las granadas estallan en mi rostro.

 

Primitivas presencias

pueblan mi noche de salvajes ritos.

 

Ceremonias donde la muerte

siempre es una canción

sublime y misteriosa.

Bestias indomables

semejantes al hombre

por la torpeza

de sus movimientos

danzan a mi alrededor

iracundos

silvestres.

 

En un mal castellano

me dicen que su jefe

quiere charlar conmigo.

 

Sentado en mi cama escribiendo

pido que dejen de rugir tambores

que cese la danza

que me dejen escribir este poema.

 

El hombre tiene hambre y sed desde milenios.

 

Somos ese hombre hambriento y sediento poeta

cantad con nosotros:

Venimos de la Mesopotamia

y del Caribe

y buscando la perfección hemos llegado

hasta los mundos que se esconden

por encima del cielo

y no hemos encontrado nada.

 

Siempre hay un hombre que tiene hambre.

Siempre hay un hombre que se muere de sed.

 

Aquí mismo poeta

en tu casa

anidan el opresor y el oprimido.

 

Sentado sobre mi cama escribiendo

les digo a los salvajes

que ya es noche tarde

que por favor dejen de danzar

que necesito

hundirme en las letras

mi hambre

mi única sed.

 

Dejaron de danzar

y el que se destacaba

por su tremenda humanidad

me fulminó con su mirada.

 

¿Quién es más cruel?

Poeta

¿Quién más salvaje?

El que muere peleando

por un trozo de pan

o el que no muere nunca.

Quién producirá el exterminio

poeta.

Mis armas o tus versos.

 

Y ahora poeta deja la pluma

echa a andar y piensa.

 

Sentado sobre mi cama

escribiendo

le digo al salvaje

que no quiero irme de mi pieza

y que siempre supe que pensar

y no era necesario y que deseo

es la última vez que se lo digo

seguir escribiendo este poema.

 

Antes de continuar me detengo

en la inteligencia del salvaje:

habla bien y mientras habla

deja escapar entre las palabras

el aliento

para que todo suene vital

desgarrador.

 

Yo soy el hombre

grita la bestia encadenada

y tú poeta ¿eres el hombre?

Escribir para quién

dónde los amigos

y dónde los enemigos.

 

Dime poeta

¿tu canto

necesita del futuro

para ser?

Ese poema que escribes

contra todo

a quién le servirá.

 

A ver poeta un verso

que me diga ahora mismo

¿Qué es el hombre?

 

Sentado sobre mi cama escribiendo

me doy cuenta

que la inteligencia del salvaje

terminará quemando

todos mis papeles escritos

en esa hoguera

que fueron construyendo

a mi alrededor

sus palabras.

 

Dejo de escribir

lo miro fijamente a los ojos

y murmuro sus propias palabras

en un solo verso un hombre

en un solo verso un hombre

y me decido a escribir ese verso.

 

Sostengo con mi mirada

la mirada del salvaje

y con rápidos movimientos

tomo la ametralladora

y disparo varias ráfagas

sobre el cuerpo del salvaje

que con los ojos desorbitados

por el asombro

cae

para morir y desparecer.

 

Sentado sobre mi cama escribo ahora

con la seguridad

de quien ha llegado a la cima:

 

Un poeta asesinó su hombre

para escribir este poema

y eso

es un hombre

 

Miguel Oscar Menassa

martes, 23 de mayo de 2023

LÍMITE UNO: EL AMOR

 

LÍMITE UNO: EL AMOR

 

 

Recuerdo

tu vientre de pantera

destrozado.

Mis dientes

Tus garras

hechas cenizas en mi rostro.

Tu ferocidad perfecta detenida

en mi belleza perfecta.

 

Recuerdo el agudo violín

entre tus piernas

sexo desperado

intentando

los sonidos del cielo

tensando infinitamente

hasta no poder más

tu cuerpo en el espacio

para alcanzar

los bordes de mi voz.

 

Yo cantaba

como si fuera natural

en el hombre cantar.

 

Registrar lo sublime

y tu música

alta como las cumbres

que nacen

por encima de las cumbres

nieve dolorosa y eterna

tu música

se detenía para caer

sinfonía final

descuartizada bruscamente

tragada por el temblor

oscuro de mi canto.

 

Yo tocaba el tambor

y la volvía loca.

Cuando se volvía loca

y no le importada

ya la música

se perfumada para mí

y conversábamos

de lo difícil que es cantar.

 

Bebíamos alcoholes

bebíamos alcoholes y fumábamos

lentamente nuestras miserias.

 

Ella me decía y yo le decía:

 

Quiero inundar

con mi locura el universo.

 

Y más allá ¿qué harás?

Después del universo.

 

Ella se quedaba en silencio

y yo le decía:

 

Esta mañana te hizo mal jugar

a ver quién llegaba más alto

con su canto.

Le acaricio la frente y le digo

ni te llegué a ganar

dejaste de jugar a lo sublime

asustada por el temblor

de esos tambores de la selva,

sonando en pleno cielo.

 

Ella hacía una mueca

y yo me quedaba en silencio.

 

El viento rozaba

levemente nuestros cabellos

y ninguno de los dos

conocía el desenlace.

 

Cuando no sabíamos qué hacer

fumábamos

y era divertido cuando fumábamos

ver cómo el humo

forma a su alrededor,

delgadas columnas de cristal

varas finísimas

de mimbre y de marfil

para que su cuerpo

tuviera esa presencia

iluminada y cantarina

y a la vez esa lejanía.

 

Ella me decía y yo fumaba,

Para que no faltase el humo

en la construcción de su grandeza.

 

Cuando fumamos

te pones como un idiota,

no haces otra cosa que mirarme

y me avergüenzo

y deseo escuchar

el estallido de mi deseo

y te veo ahí

tan callado en tus ojos

y soy atrapada

por el leve murmullo de tus versos

como cuando jugábamos esta mañana

a los sublime y no lo puedo creer.

 

Dime ¿quién eres?

la calma del mimbre

o la belleza del marfil.

Orangután sin voz

o cristalino

canto inolvidable.

Y se agarraba la cabeza

con las dos manos

y se zambullía en mí

como en el mar

gritando

almeja delirante

no puedo más.

 

Se retorcía en mi vientre,

buscando pez compañero

divinidad marítima

que le mostrara

los secretos del mar.

 

Se alimentaba con mi semen

y a ratos

levantaba la cabeza para decir:

Todo es hermoso. Gracias.

 

Yo

iba saliendo de mi sopor

como podía.

Ella

acurrucada pequeña

grandiosa en mi vientre.

Su belleza perfecta

detenida

en mi ferocidad perfecta.

 

Yo le decía

mientras ella agonizaba:

Ahora que estás muerta

quiero que bailes como bailan

los peces en el mar

las noches que lo poético

invade sus entrañas.

 

Ahora que están muerta

quiero que bailes para mí

una danza de amor

y nada de vuelos nocturnos

hoy

nos quedaremos

a dormir en casa.

 

La sacudo

para que abra sus ojos

la levanto en mis brazos

y la tiro contra el techo

de la habitación

y ella

cae varias veces

pesadamente al suelo.

Se terminó el juego

Me digo

ella está muerta.

 

Y comienzo a buscar

con mi boca en su cuerpo,

el diamante perdido.

Y sus movimientos

vuelven a ser como de camelias

y frente a mi sorpresa aúlla

y en ese aullido

toca los confines del cielo

y esta vez lo sé

no habrá poema

que contenga ese grito.

 

Cuando volvía,

despeinada y maltrecha

me decía:

Eres un tonto

me veías volar y ni siquiera

intentabas alcanzarme.

Así cualquier vuela alto.

 

Cuando volaba,

te veía sobre la cama esperándome

y cada vez más alto

me volvía más loca.

Inmensidad cerca del cielo

en esa soledad más que gozar,

el espanto se anudaba en mis ojos

y aterricé rápidamente

y ahora te prometo

volar siempre contigo

y en ese gesto

una vez más

moría.

 

Miguel Oscar Menassa

 

 

viernes, 19 de mayo de 2023

CRESPUSCULAR

 

 


CREPUSCULAR

 

 

Todo es quietud y paz… en la penumbra

se respira el olor de los jazmines,

y, más allá, sobre el cristal del río

se escucha el aleteo de los cisnes

 

que, como grupo de nevadas flores,

resbalan por la tersa superficie.

Los oscuros murciélagos resurgen

de sus mil ignorados escondites,

 

y vueltas mil, y caprichosos giros

por la tranquila atmósfera describen;

o vuelan luego rastreando el suelo,

 

rozando  apenas con sus alas grises,

del agrio cardo el amarillo pétalo,

de humilde malva la corola virgen.

 

Juana Borrero

18 de mayo de 1878

La Habana (Cuba)

 

 

miércoles, 17 de mayo de 2023

EL LLANTO

 


EL LLANTO

 

 

Al declinar la tarde, se acercan los amigos;

pero la vocecita no deja de llorar.

Cerramos las ventanas, las puertas, los postigos,

pero sigue cayendo la gota de pesar

 

No sabemos de donde viene la vocecita;

registramos la granja, el establo, el pajar.

El campo en la tibieza del blando sol dormita,

pero la vocecita no deja de llorar.

 

--¡La noria que chirría!—dicen los más agudos—

Pero ¡si aquí no hay norias! ¡Que cosa tan singular!

Se contemplan atónitos, se van quedando mudos

porque la vocecita no deja de llorar.

 

Ya es franca desazón lo que antes era risa

y se adueña de todos un vago malestar,

y todos se despiden y se escapan de prisa,

porque la vocecita no deja de llorar.

 

Cuando llega la noche, ya el cielo es un sollozo

y hasta finge un sollozo la leña del hogar.

A solas, sin hablarnos, lloramos un embozo,

pero la vocecita no deja de llorar.

 

Alfonso Reyes Ochoa

17 de mayo de 1889

Monterrey (México)

 

martes, 16 de mayo de 2023

CUANDO MI HERMANA Y YO, SOLTERAS, QUERÍAMOS SER VIRTUOSAS Y SANTAS

 


CUANDO MI HERMANA Y YO, SOLTERAS, QUERÍAMOS SER VIRTUOSAS Y SANTAS

 

 

Y cuando al jardín, contigo, descendíamos,

evitábamos en lo posible los manzanos.

Incluso ante el olor del heliotropo enrojecíamos;

sabido es que esa flor amor eterno explica.

Tu frente entonces no era menos encendida

que tu encendida beca, sobre ella reclinada,

con el rojo reflejo competía.

Y extasiadas, mudas, te espiábamos;

antes de que mojáramos los labios en la alberca,

furtivo y virginal, te santiguabas

y de infinita gracia te vestías.

Te dábamos estampas con los bordes calados

iguales al platito de pasas

que, con el té, se ofrece a las visitas,

detentes y reliquias en los que oro cosíamos

y ante ti nos sentábamos con infantil modestia.

Mi tan amado y puro seminarista hermoso,

¡cuántas serpientes enroscadas en los macizos de azucenas,

qué sintieron las rosas en tus manos que así se deshojaban!

Con la mirada baja protegerte queríamos

de nuestra femenina seducción.

Vano propósito.

Un día, un turgente púrpura,

tu pantalón incógnito, de pronto, estirará

y Adán derramará su provisión de leche.

Nada podrá parar tan vigoroso surtidos.

Bien que sucederá, sucederá.

Aunque nuestra manzana nunca muerdas,

aunque tu espasmo nunca presidamos,

bien que sucederá, sucederá.

Y no te ha de salvar ningún escapulario,

y ni el terrible infierno del albo catecismo

podrá evitar el cauce radiante de tu esperma.

 

Ana Rossetti

Del libro: “Los devaneos de erato”

15 de mayo de 1950

Cádiz – España

lunes, 15 de mayo de 2023

MADRID, VILLA Y CORTE

 



MADRID, VILLA Y CORTE

 

 

 

Ciudad hospitalaria,

elevada en confluencias palaciegas y campestres

alegre en la pradera alrededor de la ermita,

cuando el gentío tararea canciones de romería.

Austera al pie de serranías colosales

cuando circulan reverenciados carruajes.

 

Abres tus brazos a reyes y  mendigos

acoges en tu seno a príncipes y labriegos

engalanas tus calles con banderas de otros reinos

y recibes tanto a soldados leales

como a extraños del otro lado del océano.

 

Por tus calles afluyen mareas jadeantes de dolor,

y ofreces asilo a rivales y coligados contingentes

-sin apenas disentir del albedrío profanado-

a las puertas de sedes disuasorias en escenas de suplica.

 

Ciudad señorial a los pies de la corte

gimen sus entrañas ante desazones pasajeras,

dejando estela entre sus pobladores castizos.

 

Ciudad abierta a culturas viajeras,

esparce sones entre organillos y viejas corralas

clamando azules a sus arraigados moradores.

 

Jardín abierto a corazones despedazados

por abominables litigios, irrumpen por tus arterias

voces de desconsuelo adentrándose hasta el fondo

suplicando manteletes galardonados;

y tu sostienes la carpa de futuras correrías.

 

Paseos y plazas esperan la comitiva de palmas

a distintos consejeros rompiendo fronteras

entre alcázares y chozas.

Fuentes y rosales envuelven a viajeros entre sones y aromas

y  les  entregan el manto de sencillas venturas.

 

Cosmopolitas tus calles cada domingo

entre rastros y gritos de goles ante las fuentes de los dioses,

galanes y comediantes amenizan plazas y palestras

entre ofrendas y bandas de múltiples linajes.

 

Así amalgamadas batallas de la villa y corte perdurables

quedan enmarcadas en los encalados murales del pintor,

así palacios de dispares estirpes y corralas de encepada casta

en rúbricas de pergaminos de juglares y poetas

han ido señalando paso a paso la verdadera historia

de una generosidad abundante sembrada

entre la muchedumbre galante de la ciudad.

 

Gloria Gómez Candanedo

Cuadro: "La pradera de San Isidro" de Francisco de Goya

 

 

domingo, 14 de mayo de 2023

TÚ Y LAS LENTEJAS

 


TÚ Y LAS LENTEJAS

 

 

Las guisabas con mimo, las amabas,

porque tenían que ponernos fuerza

en la sangre. Su hierro la querías

para así apuntalarnos y que entonces

pudiéramos erguir algo de vida.

 

Hasta laurel llevabas, todo aroma,

a la gran reunión, a la asamblea.

El fuego, buen amigo de tus manos,

obediente y pequeño, le embestía

a tu otra amiga, su enemiga, el agua.

 

Era tu guerra chica interminable

en el frente que urdías con el rito

diario, de enfrentar dos elementos

a combatir furiosos por nosotros.

Era aquella tu España diminuta.

 

Las lentejas cocían tu esperanza,

nuestro futuro tierno, nuestra historia.

Erguían estatura al aire, daban

voracidad de dientes, daban rabia

de paladar, y alegría de estar vivos.

 

Lentejar con laurel y lo que hubiera.

Crecíamos. El humo y el aroma

venían de tus manos, hueso ahora,

madres del hueso articulado mío.

 

María Beneyto

De “Biografía breve del silencio”

 

14 de mayo de 1925

Valencia (España)

 

 

domingo, 7 de mayo de 2023

POEMA MADRE

 


POEMA MADRE

 

Cuando aparece el requiebro

y la noche cae a plomo,

siento la necesidad del arrumaco pertinente,

dibujo el rostro y la palabra precisa,

asomo al cielo buscando la estrella con tu nombre

y me visto con la vehemencia de un proferir

señalando el punto a seguir

como si fuera el último pétalo

cayendo en el rastro diseminado

con el arrojo envuelto en la seda de tus yemas.

 

Cuando una voz sobresale de mis venas

clamando amparo,

el sentir desnudo,

el frío erizando la piel,

retomo el verso que acompasa la tarde

insinuando tu luz, tu fuerza y tu aliento

cada vez que el tiempo de ternura lo requiere.

 

Las horas envueltas en naipes de la fortuna

recobran atuendos subyugados al recuerdo

a veces lejano y otras caminando

entre los gestos de la mañana

y los movimientos enlazados a rumbos nocturnos

aludiendo el último señuelo.

 

Los días siguen sin olvidar el olor a pan recién hecho,

sin sopesar lo ardiente de una sublime caricia

cuando el retorno al origen envuelve mi silueta.

La necesidad de un halago

asoma a la impronta niñez

en la flaqueza de algún entuerto

tambaleando el ritmo de mis pasos,

invocando aquella fuerza emanada

de la dulzura y firmeza de una justa palabra

como el arraigo para sobrellevar lo difícil

de un derrumbe al abismo. 

 

Cuando el gesto cristalino me rodea

recordando la desfachatez imberbe,

y el tiempo va hollando en el esplendor anhelado,

la símil melancolía ensordece la memoria

recobrando la calma de un regazo,

extendiendo el brazo

a circundar la armonía dilucidada

con la tenacidad aprendida

en una sílaba de consuelo,

abrazando a la vez otros cuerpos,

otros rostros y contoneos

mostrando la cadencia

en el intervalo de los días.

 

A veces añoro la fortaleza

con que implorabas al destino una luz suficiente

para emprender la osadía sustraída,

a veces al decaer en la fragua del azar,

aludo en ese verso

rescatando la quietud para mis venas,

y la placidez del saber venerado.

 

Gloria Gómez Candanedo

Cuadro: "Madre e hijo" de Joaquín Sorolla