miércoles, 17 de mayo de 2023

EL LLANTO

 


EL LLANTO

 

 

Al declinar la tarde, se acercan los amigos;

pero la vocecita no deja de llorar.

Cerramos las ventanas, las puertas, los postigos,

pero sigue cayendo la gota de pesar

 

No sabemos de donde viene la vocecita;

registramos la granja, el establo, el pajar.

El campo en la tibieza del blando sol dormita,

pero la vocecita no deja de llorar.

 

--¡La noria que chirría!—dicen los más agudos—

Pero ¡si aquí no hay norias! ¡Que cosa tan singular!

Se contemplan atónitos, se van quedando mudos

porque la vocecita no deja de llorar.

 

Ya es franca desazón lo que antes era risa

y se adueña de todos un vago malestar,

y todos se despiden y se escapan de prisa,

porque la vocecita no deja de llorar.

 

Cuando llega la noche, ya el cielo es un sollozo

y hasta finge un sollozo la leña del hogar.

A solas, sin hablarnos, lloramos un embozo,

pero la vocecita no deja de llorar.

 

Alfonso Reyes Ochoa

17 de mayo de 1889

Monterrey (México)

 

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