EL CATALEJO DEL
ABUELO
¡Oh abuelo capitán!
La frontera del mar has traspasado,
bajaste de la montaña hacia las olas,
no querías que el abrazo duro
de los Riesco de Aranzazu te hiriese.
La seda larga del océano
te esperaba –sombra y luz en su seno-,
un afilado barco y lejanía en los ojos
para el camino claro de las olas.
El mar, el mar, el mar, ir por su llano sin barreras,
sin las altas barreras que guardaron tu infancia
cuando el lobo aullaba y los robles gemían
en las noches húmedas bajo el turbión implacable.
Ahora de ti, yo, tu pequeña hoja,
abuelo capitán, raíz que se hizo
tronco esbelto en casco de navío.
Solo este roto catalejo, apagado espejuelo
que se reflejara la estrella del Norte
pequeña y dura como un diamante
que esperase caer sobre el sueño del marino.
El barco ya no, tus ojos de mar y bosque ya no,
ni tu envergadura recia de hijo de la adusta montaña.
Solo el mar y el risco frente a frente.
Tu, hecho para las altas dimensiones,
para la seria paz de los prados altos,
para dormir bajo la gris encina,
guardando el rebaño del padre
con tu inocente olor a recental y establo,
preferiste bajar hacia la falsa llanura
y sentirte llevado por lo ancho de la tierra,
transpirando vaho áspero y salobre
bajo las velas blancas,
bajo los signos claros,
bajo la muerte acechante de las nubes,
con este catalejo que hoy duerme sin ti
porque ya no necesitas te alcance
paisajes de estrellas y gaviotas;
que tú pasaste como las nubes,
caíste como las hojas,
como pasaré y caeré yo,
hoja pequeña de tu raza.
¡Oh abuelo capitán de ojos desconocidos!
Solo el mar permanece, tu mar
y la montaña, tu montaña,
frente a frente,
esperando…
Josefina Romo Arregui
27 de mayo de 1909
Madrid – España
No hay comentarios:
Publicar un comentario
poesia