martes, 23 de mayo de 2023

LÍMITE UNO: EL AMOR

 

LÍMITE UNO: EL AMOR

 

 

Recuerdo

tu vientre de pantera

destrozado.

Mis dientes

Tus garras

hechas cenizas en mi rostro.

Tu ferocidad perfecta detenida

en mi belleza perfecta.

 

Recuerdo el agudo violín

entre tus piernas

sexo desperado

intentando

los sonidos del cielo

tensando infinitamente

hasta no poder más

tu cuerpo en el espacio

para alcanzar

los bordes de mi voz.

 

Yo cantaba

como si fuera natural

en el hombre cantar.

 

Registrar lo sublime

y tu música

alta como las cumbres

que nacen

por encima de las cumbres

nieve dolorosa y eterna

tu música

se detenía para caer

sinfonía final

descuartizada bruscamente

tragada por el temblor

oscuro de mi canto.

 

Yo tocaba el tambor

y la volvía loca.

Cuando se volvía loca

y no le importada

ya la música

se perfumada para mí

y conversábamos

de lo difícil que es cantar.

 

Bebíamos alcoholes

bebíamos alcoholes y fumábamos

lentamente nuestras miserias.

 

Ella me decía y yo le decía:

 

Quiero inundar

con mi locura el universo.

 

Y más allá ¿qué harás?

Después del universo.

 

Ella se quedaba en silencio

y yo le decía:

 

Esta mañana te hizo mal jugar

a ver quién llegaba más alto

con su canto.

Le acaricio la frente y le digo

ni te llegué a ganar

dejaste de jugar a lo sublime

asustada por el temblor

de esos tambores de la selva,

sonando en pleno cielo.

 

Ella hacía una mueca

y yo me quedaba en silencio.

 

El viento rozaba

levemente nuestros cabellos

y ninguno de los dos

conocía el desenlace.

 

Cuando no sabíamos qué hacer

fumábamos

y era divertido cuando fumábamos

ver cómo el humo

forma a su alrededor,

delgadas columnas de cristal

varas finísimas

de mimbre y de marfil

para que su cuerpo

tuviera esa presencia

iluminada y cantarina

y a la vez esa lejanía.

 

Ella me decía y yo fumaba,

Para que no faltase el humo

en la construcción de su grandeza.

 

Cuando fumamos

te pones como un idiota,

no haces otra cosa que mirarme

y me avergüenzo

y deseo escuchar

el estallido de mi deseo

y te veo ahí

tan callado en tus ojos

y soy atrapada

por el leve murmullo de tus versos

como cuando jugábamos esta mañana

a los sublime y no lo puedo creer.

 

Dime ¿quién eres?

la calma del mimbre

o la belleza del marfil.

Orangután sin voz

o cristalino

canto inolvidable.

Y se agarraba la cabeza

con las dos manos

y se zambullía en mí

como en el mar

gritando

almeja delirante

no puedo más.

 

Se retorcía en mi vientre,

buscando pez compañero

divinidad marítima

que le mostrara

los secretos del mar.

 

Se alimentaba con mi semen

y a ratos

levantaba la cabeza para decir:

Todo es hermoso. Gracias.

 

Yo

iba saliendo de mi sopor

como podía.

Ella

acurrucada pequeña

grandiosa en mi vientre.

Su belleza perfecta

detenida

en mi ferocidad perfecta.

 

Yo le decía

mientras ella agonizaba:

Ahora que estás muerta

quiero que bailes como bailan

los peces en el mar

las noches que lo poético

invade sus entrañas.

 

Ahora que están muerta

quiero que bailes para mí

una danza de amor

y nada de vuelos nocturnos

hoy

nos quedaremos

a dormir en casa.

 

La sacudo

para que abra sus ojos

la levanto en mis brazos

y la tiro contra el techo

de la habitación

y ella

cae varias veces

pesadamente al suelo.

Se terminó el juego

Me digo

ella está muerta.

 

Y comienzo a buscar

con mi boca en su cuerpo,

el diamante perdido.

Y sus movimientos

vuelven a ser como de camelias

y frente a mi sorpresa aúlla

y en ese aullido

toca los confines del cielo

y esta vez lo sé

no habrá poema

que contenga ese grito.

 

Cuando volvía,

despeinada y maltrecha

me decía:

Eres un tonto

me veías volar y ni siquiera

intentabas alcanzarme.

Así cualquier vuela alto.

 

Cuando volaba,

te veía sobre la cama esperándome

y cada vez más alto

me volvía más loca.

Inmensidad cerca del cielo

en esa soledad más que gozar,

el espanto se anudaba en mis ojos

y aterricé rápidamente

y ahora te prometo

volar siempre contigo

y en ese gesto

una vez más

moría.

 

Miguel Oscar Menassa

 

 

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