martes, 16 de mayo de 2023

CUANDO MI HERMANA Y YO, SOLTERAS, QUERÍAMOS SER VIRTUOSAS Y SANTAS

 


CUANDO MI HERMANA Y YO, SOLTERAS, QUERÍAMOS SER VIRTUOSAS Y SANTAS

 

 

Y cuando al jardín, contigo, descendíamos,

evitábamos en lo posible los manzanos.

Incluso ante el olor del heliotropo enrojecíamos;

sabido es que esa flor amor eterno explica.

Tu frente entonces no era menos encendida

que tu encendida beca, sobre ella reclinada,

con el rojo reflejo competía.

Y extasiadas, mudas, te espiábamos;

antes de que mojáramos los labios en la alberca,

furtivo y virginal, te santiguabas

y de infinita gracia te vestías.

Te dábamos estampas con los bordes calados

iguales al platito de pasas

que, con el té, se ofrece a las visitas,

detentes y reliquias en los que oro cosíamos

y ante ti nos sentábamos con infantil modestia.

Mi tan amado y puro seminarista hermoso,

¡cuántas serpientes enroscadas en los macizos de azucenas,

qué sintieron las rosas en tus manos que así se deshojaban!

Con la mirada baja protegerte queríamos

de nuestra femenina seducción.

Vano propósito.

Un día, un turgente púrpura,

tu pantalón incógnito, de pronto, estirará

y Adán derramará su provisión de leche.

Nada podrá parar tan vigoroso surtidos.

Bien que sucederá, sucederá.

Aunque nuestra manzana nunca muerdas,

aunque tu espasmo nunca presidamos,

bien que sucederá, sucederá.

Y no te ha de salvar ningún escapulario,

y ni el terrible infierno del albo catecismo

podrá evitar el cauce radiante de tu esperma.

 

Ana Rossetti

Del libro: “Los devaneos de erato”

15 de mayo de 1950

Cádiz – España

No hay comentarios:

Publicar un comentario

poesia