LAS SIETE DE LA TARDE
Silencio horizontal,
y el recordar, adentro.
¡Que le quiten al día
las siete de la tarde,
que se me escapa el alma
por las venas abiertas!
¡Que la nazcan al sol
alas nuevas de pájaro
para que no se quede
rezagado en el aire!
¡Que se abran los luceros
en repentina danza
para hacerse presentes
en esta noche mía,
y su luz sin cansancio
se vuelque a manos llenas
cual llueva generosa
en estío difícil!
Lo que tú necesitas,
como yo,
es cubrir esa hora
con una luminosa compañía,
y cerrar el pasado
su afanosa insistencia.
¡A vivir la sorpresa
de la flor y del agua
como si fueran plena
riqueza adolescente,
y a inventarnos un nombre
de sabor siempre niño,
para que no nos puedan
descubrir el secreto!.
Marina Romero
5 de febrero de 1908
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