INTERIOR
Ya nadie sabía qué hacer,
qué palabra
decir. No quisimos romper
el silencio.
Entraba la luz, nos llegaba
la luz.
Pero nadie sabía qué
hacer, qué palabra
decir. Cada uno miraba sus
manos,
cada uno tenía sus manos
mojadas de sombra.
Arriba, en la abierta
ventana, de cara al poniente,
seguía él mirando.
Ya nadie sabía qué hacer,
qué palabra
decir. Nadie quiso mirarle
la frente dorada
donde pronto la luz, como
un zumo de fruta, se haría violeta.
Cada uno miraba sus manos.
Cada uno sabía que él
pronto vendría
con la tarde en los ojos
abiertos
y en los labios,
temblando, la bella palabra.
Arriba, en la abierta
ventana,
de cara al poniente, seguí
él mirando.
Y ya nadie sabía qué
hacer, qué palabra
decir, de qué modo
anhelar,
cómo hablar sin romper
antes que él el divino silencio.
José Hierro
Cuadro: "La absenta" de Edgar Degas
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