MIS
AMORES ERÓTICOS
I
Junio abría el estío a la nueva
luz imberbe,
traía consigo la primera emoción
candente,
el profundo mirar traspasaba el
latido,
vistiendo la noche en color
sideral,
erizando la piel al paso de la
melodía inolvidable.
Era el principio de toda quimera,
era la explosión de un cráter en
el enigma,
la llama primera a una vida
angosta
al declinar lo intrépido en lo
misterioso.
Lustros de amor a vista de
esperanza
parecían fundir las horas en el
roce de los labios,
había demasiada juventud entre
palabras sin final,
demasiado encanto al filo de la
despedida,
entrelazando los dedos para no
despegar el alma.
Sueños grabados a golpe de sien
quedan frustrados ante el designio
inesperado
de un combate en el desierto
y las cifras señalando la
distancia en otra ciudad,
mientras tus besos encontraban
la vuelta al origen de banales
regazos.
El desierto vaticinó entre tus
labios y mis deseos,
el fondo azul de tu mirada
amparaba cada noche en la lejanía,
tus interrogaciones sin respuesta
se perdían en lo efímero,
pasaron años sin ver el horizonte
y el destino fue diluyendo la
fábula
hasta quedar en el cruce de
miradas nocturnas
y palabras sin fondo llenando de
fuerza
otros junios en la ribera de tu
silueta y mi sigilo.
Demasiada juventud
se perdía en lo ignoto del
palpitar entre bullicios
y los continentes emergidos,
dieciséis años no garantizan la
eternidad,
pero sí la memoria que aún rezuma
ese amor
en el relieve de mi
geografía.
Gloria Gómez
Cuadro: "El beso" de Gustav Klimt
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