JUEVES
Cogí un recuerdo para
soportar la fatiga,
pasé la página de mi
libreta
y escribí: te amo.
Pero era para no enseñar a
todos mi puñal.
(Váyanse a la madre que
los parió,
ustedes quieren regalarnos
una sentencia de muerte,
ustedes nada saben del
hombre;
métanme presa,
no importa:
pintaré en las paredes de
la cárcel!)
Así ha pasado el jueves.
Huí al campo,
pero no era como lo hizo
Van Gogh:
llovía,
los pájaros se fusilaban
unos a otros;
la tarde sirviendo qué
postal estupefacta.
En fin, no queda otro
remedio
y vine para casa.
Aquí arden los rincones
y no ha llegado la orden
de alzamiento,
los mosaicos de mármol
forman luto,
ponen la radio,
no ha teléfono para
comunicarse con el absurdo,
guisan lentejas,
me desnudo.
Comprendo que es jueves,
entonces salgo.
Los ómnibus están llenos,
camino
sonambulescamente,
fracaso en un semáforo;
aunque eso sí me da la
noche con sus astros,
y cuando iba a sonreír
por casualidad
o porque Dios nos tiene
siempre asco:
apareces
como un personaje de
Deschau.
Te articulas a mi
podredumbre,
el tedio entumece las
corbatas,
el hambre se te ha vuelto
una tira ignominiosa.
Por venganza,
en un descuido,
te adornas con el hueso
de tu hombro poliomielítico.
Verdad que es jueves,
que hay que orinar contra
las ceibas.
Montamos el mismo cerdo de
tortura,
tenemos la exacta humildad
de locos atropellados,
te miro flamear sobre la
mesa del café;
debajo duermes.
Ya no te pareces al as de
bastos,
tiemblo,
nace el vino,
das un tropiezo con mi
tristeza
y vuelves los ojos al humo
sin desquite.
(¡Amor mío: vamos a
suicidarnos!)
De pronto el crepúsculo
suelta un arcoiris
y mordemos la vida.
No sé qué más ocurre
aparte del jueves.
Me pones en un automóvil
con la misma ternura que
comemos peces en el almuerzo
y quizás me he muerto
cuando das ordenes:
llévela a su casa; vive en
la otra cuadra de mi suerte.
Luego se me tupe la pluma
con esta lágrima.
Carilda Oliver Labra
6 de julio de 1922
Matanzas - Cuba
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