miércoles, 30 de octubre de 2024

CORAZÓN DE MUJER

 


CORAZÓN DE MUJER

 

IV

Deja que apoye en tu hombro mi cabeza,

deja que en ti descanse mi alma de mujer,

pero acércate más. ¡Me da tanta tristeza

la sombra que desciende con el atardecer!...

 

¿No oyes subir el cauce de la melancolía?

Me parece un presagio de lo que va a cesar…

Ya se asoman las almas a ver morir el día:

es la hora romántica. ¡No la dejes pasar!

 

Pon tu mano en mis manos, un instante…

Sofoca las palabras que dicen adiós a la ilusión…

Séllala con los besos, lágrimas de tu boca…

¡Y déjame llorar sobre tu corazón!

 

Cristina de Arteaga

6 de noviembre de 1902

Zarauz (Guipúzcoa)

martes, 29 de octubre de 2024

ANTES QUE LLAMARA Y LA CARNE ME ABRIESE...

 


 

ANTES QUE LLAMARA Y LA CARNE ME ABRIESE…

 

Antes que llamara y la carne me abriese,

que mis líquidas manos golpearan en el vientre,

yo, que era entonces informe como el agua

que formaba el Jordán junto a mi casa

era hermano de la hija de Mnetha  

y hermana del gusano que gestaba la vida.

 

Yo que era sordo ante la primavera y el verano,

que no sabía los nombres de la luna y el sol,

ya sentía el latido bajo la armadura de mi carne,

aunque existía sólo en forma de infusorio,

veía las palomitas estrellas, el martillo lluvioso

que mi padre balanceaba en su cúpula.

 

Conocía el mensaje del invierno,

los dardos del granizo y la nieve pueril

y el viento era mi hermana pretendiente;

en mí saltaba el viento, el rocío infernal;

y mis venas fluían con los climas de oriente;

antes que me engendraran supe el día y la noche.

 

Antes que me engendraran ya por cierto sufría;

el potro de tortura de los sueños

enroscaba mi osamenta de lirio

en una cifra viva,

la carne era cortada para cruzar los bordes

de las horcas en cruces sobre el hígado

y las zarzas de los cerebros estrujados.

 

Mi garganta conocía la sed antes de la estructura

de vena y piel alrededor del pozo

donde palabras y agua se entremezclan

sin pausa alguna, hasta pudrir la sangre,

mi corazón conocía el amor, mi vientre el hambre;

al gusano yo olía entre mis propias heces.  

 

Después el tiempo envió a mi mortal criatura

a derivar o ahogarse en los océanos

habituados a la aventura de la sal

en las mareas que jamás tocan las orillas.

Yo que era rico, me hice más rico aún

sorbiendo poco a poco el vino de los días.

 

Nacido del espectro y la carne, no era espectro

ni hombre, sino espectro mortal.

Y luego me abatió la pluma de la muerte.

Fui mortal hasta el último suspiro prolongado

que llevó hacia mi padre

el mensaje de su agónico cristo.

 

Tú que te inclinas en la cruz y el altar

acuérdate de mí y apiádate de Aquel

que mi carne y mi sangre tomó por armadura

y llegó a traicionar el vientre de mi madre.  

 

Dylan Thomas

27 de octubre de 1914

New York – Estados Unidos

lunes, 28 de octubre de 2024

EN LA SOMBRA

 

 


EN LA SOMBRA

 

Sí: tú me buscas.

 

A veces en la noche yo te siento a mi lado,

que me acechas,

que me quieres palpar,

y el alma se me agita con el terror y el sueño,

como una cabritilla, amarrada a una estaca,

que ha sentido la onda sigilosa del tigre

y el fallido zarpazo que no incendió la carne,

que se extinguió en el aire oscuro.

 

Sí: tú me buscas.

 

Tú me oteas, escucho tu jadear caliente,

tu revólver de bestia que se hiere en los tronos,

siento en la sombra

tu inmensa mole blanca, sin ojos, que voltea

igual que un iceberg que sin rumor sse invierte en el agua salobre.

 

Sí: me buscas.

Torpemente, furiosamente lleno de amor me buscas.

 

No me digas que no. No, no me digas

que soy náufrago solo

como esos que de súbito han visto las tinieblas

rasgadas por la brasa de luz de un gran navío,

y el corazón les puja de gozo y de esperanza.

Pero el resuello enorme

pasó, rozó, lentísimo, y se alejó en la noche,

indiferente y sordo.

 

Dime, di que me buscas.

Tengo miedo de ser náufrago solitario,

miedo de que me ignores

como al náufrago ignoran los vientos que le baten,

las nebulosas últimas, que, sin ver, le contemplan.

 

Dámaso Alonso

22 de octubre de 1898

Madrid

 

sábado, 26 de octubre de 2024

SONETO V

 


SONETO V

 

Escrito está en mi alma vuestro gesto,

y cuanto yo escribir de vos deseo;

vos sola lo escribisteis, yo lo leo

tan solo, que aún de vos me guardo en esto.

 

En esto estoy y estaré siempre puesto;

que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,

de tanto bien lo que no entiendo creo,

tomando ya la fe por presupuesto.  

 

Yo no nací sino para quereros;

mi alma os ha cortado a su medida;

por hábito del alma mismo os quiero.

 

Cuanto tengo confieso yo deberos;

por vos nací, por vos tengo la vida,

por vos he de morir, y por vos muero.

 

Garcilaso de la Vega

14 de octubre de 1536

Niza – Francia

DOS EN EL CREPÚSCULO

 


DOS EN EL CREPUSCULO

 

Fluye entre tú y yo en el mirador

un claror submarino que deforma

perfiles de colinas y tu rostro.

Está en un fondo huidizo, cada gesto

tuyo es ajeno a ti; entra sin huella

y se esfuma, en el medio que cubre

cada estela, cerrándose a tu paso:

tú aquí conmigo, en este aire bajado

para sellar el sopor de las rocas.

                                                    Yo, caído

en el poder que pesa en torno, cedo

al sortilegio de no reconocer

de mí ya nada fuera de mí: si alzo

el brazo apenas, se me vuelve ajeno

mi acto, se parte en un cristal, ignota

y oscurecida memoria, y ya

el gesto no me pertenece; si hablo,

yo escucho atónito aquella voz

descender a su gama más remota

o muerta en el aire que no la sostiene.

Así, en el punto que resiste a la última

consunción de la luz,

dura el desmayo; y luego un soplo eleva

los valles en frenético temblor

y arranca de las frondas un rumor

muy leve que se extiende

entre rápidos humos y las luces primeras

dibujas los muelles.

                                     …las palabras

entre nosotros caen suaves. Te miro

en un blando reflejo. Yo no sé

si te conozco; sé que nunca estuve

de ti tan separado como en este tardío

retorno. Unos instantes han quemado

todo de nosotros: salvo dos rostros,

dos máscaras donde se graba una sonrisa

desganada.

 

Eugenio Montale

12 de octubre de 1896

Milán – Italia

LA BOCA

 


LA BOCA

 

Boca que arrastra mi boca:

boca que me has arrastrado

boca que vienes de lejos

a iluminarme de rayos.

 

Alba que das a mis noches

un resplandor rojo y blanco.

Boca poblada de bocas:

pájaro lleno de pájaros.

Canción que vuelve las alas

hacia arriba y hacia abajo.

Muerte reducida a besos,

a sed de morir despacio,

das a la gama sangrante

dos fúlgidos aletazos.

El labio de arriba el cielo

y la tierra el otro labio.

 

Beso que rueda en la sombra:

beso que viene rodando

desde el primer cementerio

hasta los últimos astros.

Astro que tiene tu boca

enmudecido y cerrado

hasta que un roce celeste

hace que vibren sus párpados.

 

Beso que va a un porvenir

de muchachas y muchachos,

que no dejarán desiertos

ni las calles ni los campos.

 

¡Cuánta boca enterrada,

sin boca, desenterramos!

 

Beso en tu boca por ellos,

brindo en tu boca por tantos

que cayeron sobre el vino

de los amorosos vasos.

Hoy son recuerdos, recuerdos,

besos distantes y amargos.

 

Hundo en tu boca mi vida,

oigo rumores de espacios,

y el infinito parece

que sobre mí se ha volcado.

 

He de volverte a besar,

he de volver, hundo, caigo,

mientras descienden los siglos

hacia los hondos barrancos

como una febril nevada

de besos y enamorados.

 

Boca que desenterraste

el amanecer más claro

con tu lengua. Tres palabras,

tres fuegos ha heredado:

vida, muerte, amor. Ahí quedan

escritos sobre tus labios.

 

 Miguel Hernández

10 de octubre 1910

Orihuela (Alicante)

 


LUZ

 


LUZ

 

 

¿Adónde el alma incierta

pretende el vuelo remontar ahora?

¿Qué rumor de otra vida la despierta?

¿Qué luz deslumbradora

inunda los espacios y reviste

de lujoso esplendor cuanto era triste?

 

¿La inquieta fantasía

finge otra vez en la tiniebla oscura

los destellos vivísimos del día,

lanzándose insegura,

enajenada en su delirio vago,

de un bien engañados tras el halago?

 

¡Ah, no! Que ya desciende

sobre Quisqueya, a iluminar las almas,

rayo de amor que el entusiasmo enciende,

y de las tristes calmas

el espíritu en ocio, ya contento,

surge a la actividad del pensamiento.

 

Y surge a la existencia,

al trabajo, a la paz, la Patria mía,

a la egregia conquista de la ciencia

que en inmortal porfía

los pueblos y los pueblos arrebata

y del error las nieblas desbarata.

 

Ayer, meditabunda,

lloré sobre tus ruinas ¡oh, Quisqueya!

toda una historia en esplendor fecunda,

al remover la huella

del arte, de la ciencia, de la gloria

allí esculpida en perennal memoria.

 

Y el ánimo intranquilo

llorando pregunto si nunca al suelo

donde tuvo el saber preclaro asilo

a detener su vuelo

el genio de la luz en fausto día

con promesas de triunfos volvería.

 

Y de esperanza llena

temerosa aguarde, y al viento ahora,

cuando amanece fúlgida, serena,

del bienestar la aurora,

lanzo del pecho, que enajena el gozo,

las notas de mi afán y mi alborozo.

 

Sí, que ensancharse veo

las aulas, del saber propagadoras,

y de fama despiertase el deseo,

brindando protectoras

las ciencias sus tesoros al talento,

que inflamado en ardor corre sediento.

 

Ya de la patria esfera

los horizontes dilatarse miro:

el futuro sonriendo nos espera,

que en entusiasta giro,

ceñida de laurel, a la eminencia

se levanta feliz la inteligencia.

 

Es esa la futura

prenda de paz, de amor y de grandeza,

la que el bien de los pueblos asegura,

la base de firmeza

donde al mundo, con timbres y blasones,

se elevan prepotentes las naciones.

 

¡Cuántas victoria altas

el destino te guarda, Patria mía,

si con firme valor la cumbre asaltas.

Escúchame y porfía;

escucha una vez más, oye ferviente

la palabra de amor que nunca miente:

 

yo soy la voz que canta

del polvo removiendo tus memorias,

el himno que a tus triunfos se adelanta,

el eco de tus glorias…

No desmayes, no cejes, sigue, avanza:

¡tuya del porvenir es la esperanza!

 

Salomé Ureña de Henríquez

21 de octubre de 1850

Santo Domingo – Rep. Dominicana

miércoles, 9 de octubre de 2024

CÓMO OLVIDAR ESA NAVE

 

 


CÓMO OLVIDAR ESA NAVE

 

¿Cómo olvidar esa nave,

cruzando espectral y sola,

la dársena a contraluz

del puerto de Santa Pola…

ahumada de la arboladura,

las grandes redes verdosas

llenas de lumbre de peces

y del crepúsculo rosa?

Hombres de sonrisa blanca

recostados en las sombras,

prendiendo fuego a sus pipas

y presagiando otras costas;

todas las aves marinas

empavesando la proa,

las aristas vespertinas

que la noche desescombra…

      Y cuando se fue del puerto

sobre las pálidas olas,

en la punta de sus mástiles

nacía la luna roja,

derivando hacia las negras

palmeras de Santa Pola.

 

María Teresa Roca de Togores Pérez del Pulgar

7 de octubre de 1904

Saint-Jean de Luz – Francia

 

jueves, 3 de octubre de 2024

OTOÑO

 

 


OTOÑO

 

Mujer densa de horas

y amarilla de frutos

como el sol del ayer.

 

El reloj de los vientos te vio florecer

cuando en su jaula antigua

se arrancaba las plumas el terco atardecer.

 

El reloj de los vientos

despertador de pájaros pascuales

que ha dado la vuelta al mundo

y hace juegos de agua en los advientos.

 

De tus ojos la arena fluye en un río estéril.

 

Y tantas mariposas distraídas

han fallecido en tu mirada

que las estrellas ya no alumbran nada

 

Mujer cultivadora

de semillas y auroras.

 

Mujer en donde nacen las abejas

que fabrican las horas.

 

Mujer puntual como la luna llena

 

Abre tu cabellera

                            origen de los vientos

que vacía y sin muebles

mi colmena te espera.


Gerardo Diego

3 de octubre de 1896

Santander


NO ESTÁ EL AIRE PROPICIO PARA ESTAMPAR MEJILLAS...

 


NO ESTÁ EL AIRE PROPICIO PARA ESTAMPAR MEJILLAS…

 

 

No está el aire propicio para estampar mejillas.

Se borraron la flechas que indicaban la ruta

más copiosa de pájaros para los que agonizan.

Se arrastran por los suelos nubes sin corazón

y a la garganta trepa la impostura del mundo.

 

No está el aire propicio para cantar tus labios,

tu nuca en descuerdo con las leyes de física

ni tu pecho de interna geografía afectuosa.

Las tijeras gorjean mejor que las calandrias

y no vuelven ya nunca si remontan el vuelo

y aquí en mi cercanía tres libros se aproximan,

abiertos en la página donde muere una reina.

 

Qué dulce despertar el del amor que existe

y qué existencia clara la del ojo que duerme,

velado por las alas remotas de los párpados.

 

Pétalos de difuntas miradas, llueven, llueven

y llueven, llueven, llueven. Me sepultan los pies,

las rodillas, el vientre, la cintura, los hombros.

Van a enterrarme vivo; van a enterrarme vivo;

 

No está el aire propicio para soñar contigo.

 

Gerardo Diego

3 de octubre de 1896

Santander

miércoles, 2 de octubre de 2024

QUIZÁ EL AMOR ES SIMPLEMENTE ESTO...

 


QUIZÁ EL AMOR ES SIMPLEMENTE ESTO…

 

Quizá el amores simplemente esto:

entregar una mano a otras dos manos,

olfatear una dorada nuca

y sentir que otro cuerpo nos responde en silencio.

 

El grito y el dolor se pierden, dejan

solo las huellas de sus negros rebaños,

y nada más nos queda este presente eterno

de renovarse entre unos brazos.

 

Maquina la frente tortuosos caminos

y el corazón con frecuencia se confunde,

mientras las manos, en su sencillo oficio,

torpes y humildes siempre aciertan.

 

En medio de la noche alza su queja

el desamado, y a las estrellas mezcla

en su triste destino.

Cuando exhausto baja los ojos, ve otros ojos

que infantiles se miran en los suyos.

 

Quizá el amor sea simplemente eso:

el gesto de acercarse y olvidarse.

Cada uno permanece siendo él mismo,

pero hay dos cuerpos que se funden.

 

Qué locura querer forzar un pecho

o una boca sellada.

Cerca del ofuscado, su caricia otro pecho exige,

otros labios, su  beso,

su natural deleite otra criatura.

 

De madrugada, junto al frío,

el insomne contempla sus inusadas manos:

piensa orgulloso que todo allí termina;

por sus sienes las lágrimas resbalan…

Y sin embargo, el amor quizá sea sólo esto:

olvidarse del llanto, dar de beber con gozo

a la boca que nos da, gozosa, su agua;

resignarse a la paz inocente del tigre;

dormirse junto a un cuerpo que se duerme.

 

Antonio Gala

2 de octubre 1930

Brazatortas (Ciudad Real)