TODOS FUIMOS LEGIONARIOS
Decid
de mi algún día: no estuvo en las trincheras,
pero
escuchó el tronar de los cañones
contra
los muros almenados,
y
la explosión de las granadas.
Su
espíritu clemente
combatió
y en verdad estuvo allí.
El
día en que una lluvia de luceros
carnívoros
y crueles fue arrojada
sobre
los muros de Hiroshima,
todo
su impacto y su impiedad sufrí.
Y
al disiparse aquellas nubes ácidas
y
aclarar en los cielos y los montes,
entre
un ciclón de ruinas y cadáveres
mi
cuerpo incinerado estaba ahí.
Contad
que estuve en todos los campos de batalla,
mas
invisible en las trincheras fuí.
La
sangre fría, el suero de las úlceras
y
el llanto de los mártires bebí.
Sudé
en silencio lágrimas antiguas.
Ya
el llanto de los hombres no es así.
Legionario
de aéreas barricadas,
las
viejas catedrales defendí.
Contad
esto que os digo y que pudiera
ser
la verdad de lo que yo sentí:
no
haber estado nunca en las trincheras,
y
sin embargo cómo combatí.
Estuve
en las Ardenas y en Cherburgo,
y
en Inglaterra bombardeado fui.
Y
aquel día en que huyeron sus ejércitos
en
Dunquerque, entre lágrimas partí,
y
el día en que tornaron invasores
a
defender la libertad, volví.
En
uno de esos campos de batalla,
catead
la tierra, por si estuve allí.
meted
la punta de la espada al fondo;
y
si tocáis un cuerpo sepultado,
por
un segundo meditad en mí.
Pudieran
ser mis huesos, mi carroña,
lo
que se pudre abandonado ahí.
Clavad
entonces una bayoneta
sobre
ese promontorio sin ventura,
cual
otros que en Italia conocí,
y
ponedle la gorra de un soldado,
o
algún recuerdo que perdure aquí.
¿Quién
se pudre allá abajo? ¡Quién lo sabe!
¡Un
compañero, como tantos vi!
Tal
vez un héroe incógnito, o yo mismo
que
fui un hombre de paz… y combatí;
que
no estuve jamás en las trincheras,
y
sin embargo cómo padecí.
Nadie
supo mi nombre. El mundo ignora
cuanto
es pequeño. Referidlo así.
Germán Pardo García
Del libro: “El defensor”
Cuadro: "la Rendición de Breda" de Diego Velázquez