LA MESA DE LA ESCUELA
Apoya tus dos manos
en la mesa
de pino y di si todavía
no se puebla de pájaros
su rama,
si un aire azul y
libre no la inclina.
No envejece ese árbol,
no muere nunca esa
madera antigua
sobre la que colocas
diariamente
un poquito de patria
estremecida.
Por ella pasan ríos
que le dan nueva
vida,
cordilleras que ponen
en su fronda
invisible altas
brisas,
mares que dejan
conchas
y espuma por su
orilla
y oscuros minerales
que recorren
detrás de ella hondas
galerías.
Las raíces del árbol
que es tu mesa,
como las de los robles,
las encinas,
los olivos, los
chopos
de la tierra que
miras
por la ventana de la
clase, agarran
su garfio al corazón
de España misma,
le dan la vuelta,
muerden
en su carne amarilla,
en su carne reseca
que cruje como un
pan, su carne de ceniza
que suena a antiguos
muertos, en su roja
carne de fresca y
pura y nueva arcilla.
Se ve desde las ramas
de tu árbol
cómo la patria un
dulce hombro reclina
y en sus paisajes
sueña. De un mar a otro
mar cruza una gaviota
y la acaricia.
Toda España se ve
desde tu mesa o árbol.
Y yo he visto también
a la alegría
saltar, pequeño pájaro
que luego
persiguen escopetas
de ignominia.
Leopoldo de Luis
11 de mayo de
1918
Córdoba
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