MIENTRAS TÚ DUERMES
A Joana
En la plaza humillada
por la lluvia
miro la alta ventana
iluminada
que no quiero perder:
no he de rendirme
a la condena de la
vida.
Este no es ni un
lugar de la ciudad:
nadie en los bancos
y, sobre la arena,
los charcos que
reflejan
la luz del rótulo del
hospital.
El cristal de las
puertas automáticas,
que la luz del vestíbulo
ilumina,
de vez en cuando se
abre y deja paso
a una oscura figura
rutinaria.
Unas muletas cruzan,
invisibles, la cale y
se aproximan
a uno de los coches
aparcados,
el nuestro, en el que
iremos en silencio
bajo la lluvia hacia
el dolor futuro.
Tu calidez ha sido
tan efímera.
Triste felicidad la
de esta calma
mientras recuerdo
cuando tú y yo teníamos
mañanas
que nos guardaban las
miradas.
Tenía tanto miedo
a tener que dejarte
sola un día.
Por débil y pequeña
que la luz
sea en la oscuridad,
es mi consuelo:
no habrá más
desamparo ya que el mío.
Joan Margarit
11 de mayo de 1938
Sanahuja –(Lérida)
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