ANTAÑO
Antaño,
cuando yo derramaba
amargas lágrimas;
cuando, disuelto en dolor,
se desvanecía mi esperanza;
cuando estaba en la estéril
colina,
que, en angosto y oscuro
lugar albergaba la imagen de mí
-solo, como jamás estuvo
nunca un solitario,
hostigado por un miedo
indecible-
sin fuerzas, pensamiento
de la miseria sólo.
Cuando entonces buscaba
auxilio por un lado y por otro
-avanzar no podía,
retroceder tampoco-
y un anhelo infinito me
ataba a la vida apagada que huía:
entonces, de horizontes
lejanos azules
-de las cimas de mi
antigua beatitud-,
llegó un escalofrío de
crepúsculo,
y, de repente, se rompió
el vínculo del nacimiento,
se rompieron las cadenas
de la Luz.
Huyó la maravilla de la
Tierra, y huyó con ella mi tristeza
-la melancolía se fundió
en un mundo nuevo, insondable
ebriedad de la Noche. Sueño
del Cielo-,
tú viniste sobre mí
el paisaje se fue
levantando dulcemente;
sobre el paisaje,
suspendido en el aire, flotaba mi espíritu,
libre de ataduras, nacido
de nuevo.
En nube de polvo se
convirtió la colina,
a través de la nube vi los
rasgos glorificados de la Amada
-en sus ojos descansaba la
eternidad-.
Cogí sus manos, y las lágrimas
se hicieron un vínculo
centelleante,
indestructible.
Pasaron milenios huyendo a
la lejanía, como huracanes.
Apoyado en us hombre lloré;
lloré lágrimas de encanto
para la nueva vida.
-Fue el primero, el único
Sueño.-
Y desde entonces,
desde entonces sólo,
siento una fe eterna, una
inmutable confianza en el Cielo de la Noche,
y en la Luz de este Cielo:
la Amada.
Novalis
2 de mayo de 1772
Wiederstedt (Alemania)
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