RECACHA
Aquí estaba, sentada
en la recacha, así de
así, encogida,
acurrucada al sol
la abuela.
Esto era amor. Aquello.
Un tiempo
de negro y de ¡Señor,
lo que se inventa!
ponía en derredor de
su pequeño
mojoncito huesudo
nuevos rostros
mocosos, y otra
arruga,
eterno mosquerío, y más
sumida
la desdentada boca,
tiestos con geranios,
y no recuerdo nada
¡esta cabeza!
Una como ternura
caldeaba el acoso de
las lajas.
Mano seca en las
cejas protegiendo
del sol, gracia
divina, los ojos derretidos.
Vencido estar,
joroba, a punto casi
de un crujido y ya
está. Dios la reciba.
Aquí el mosquero,
largos
papeles de colores;
aquí la zafa, el pie
no se mejora,
agua de sal, la panza
de la jofaina
desconchada.
Esto
era también amor,
digo, miseria;
amor, digo,
violencia. No lo supo.
¡Qué tiempos!
La jarapa
alpujarreña en las
rodillas, negro
pañolón, ay el luto
descolorido, negro
refajo, en Cuba mismo
lo enterraron.
Y más. Ochenta y
tantos
años milenios en la
costra yunque
de esta tierra,
forjando
para qué su cansada
reciedumbre.
Y una ignorancia
añeja
que le tapaba el
hambre con sudados
escapularios; que
agostaba en brote,
lo ha dispuesto el
Señor, la rebeldía.
Aquí la abuela niña,
y un suspiro,
zurciendo
eternamente, remendando,
y otro suspiro,
cocinando, y otro,
los despojos, pasando
las cuentas del
rosario.
Esto era
también amor. Y era
desprecio.
Somos pobres.
Y abandono.
Ya de tarde, lo lejos
se tensaba
con un duro rasgueo
de cómplices
guitarras.
Lo recuerdo.
Rafael Guillén
27 de abril de 1933
Granada
No hay comentarios:
Publicar un comentario
poesia