LA MUCHACHA DEL BALCÓN
La tarde bajaba por
esa calle junto al puerto
con paso lento,
balanceándose, llena de olor,
las viejas casas
palidecen en tardes como ésta,
nunca es mayor su
harapienta melancolía
ni andan más tristes
de paredes,
en las profundas
escaleras brillan fosforescencias como de mar,
ojos muertos tal vez
que miran a la tarde como si recordaran,
eran las seis, una
dulzura detenía a los desconocidos,
una dulzura como de
labios de la tarde, carnal,
carnal,
los rostros se ponen
suaves en tardes como ésta,
arden con una especie
de niñez
contra la oscuridad,
el vaho de los dancings.
Esa dulzura era como
si cada uno recordara a una mujer
sus muslos abrazados,
la cabeza en su vientre,
el silencio de los
desconocidos
era un oleaje en
medio de la calle
con rodillas y
rostros de ternura chocando
contra el “New Inn”,
las puertas, los umbrales de color abandono.
Hasta que la muchacha
asomó al balcón
de pie sobre la tarde
íntima como su cuarto con la cama deshecha
antes donde todos
creyeron haberla amado alguna vez
antes de que viniera
el olvido.
Juan Gelman
2 de mayo de 1930
Buenos Aires –
Argenina
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