8 DE ENERO
Comienzo auténtico, latido
perforado,
encuentro de emociones
diferentes acodan la tráquea,
el salvoconducto de un eterno
vuelo entre espinas y pétalos.
Brumas y viento azaran el
universo,
palabras aceradas trasmiten el
duelo,
palabras afables trastocan el
consuelo,
empezar a sumar hojas
traspasando el sueño.
La nieve en la cumbre define
la estirpe,
el blanco mármol decolora el
día,
un recuerdo, una línea más,
una huída al poniente,
un cabestro en la mesa asola
el manjar del clamor,
titubea en la colina del
sollozo y asola la ciudad dormida,
un silbido provoca el
estruendo de verborrea sin el límite de la mesura.
Anillo en el pecho, adiós a la
sangre,
despedida a la luna que
siempre vuelve,
amor al destello en otro
rincón:
¡cuántas lunas cruzaron el 8
de enero!
¡cuantas nieves olvidadas en
el peñasco del culmen!
Mirando atrás se pierde la
vista entre la niebla,
sombras bambolean el
desconcierto,
gritos rechinan entre las
páginas de otra tragedia.
La redondez no sirve, lo
oblicuo transforma el hedor,
borra la señal de una efigie y
extorsiona el velo de lo hermoso
en la cordura de la idiotez.
De nuevo otro almanaque cruza
por la sien,
otra fuerza parece nacer en la
entraña con el deseo
de no dejarse sucumbir ante
los maremotos,
el empeño de un respiro acoge
la entraña desahuciada,
la vela y la magrea,
la eleva a lo hercúleo de la
orbe e irradia el fulgor de la esfera.
Latidos fluctúan entre el ir y
venir de la sombra y la luz,
cotejan los impulsos,
sobreviven a la hediondez tumultuosa,
redundante agasajo de extravío
en el anochecer
contempla la similitud de los
cerros con el vacío de una promesa.
Así el temblor del devaneo en
la escarcha
y la mediocridad en los
desvelos de la espera
atavían el ensamble al
siguiente espacio.
Gloria Gómez Candanedo
Cuadro: "Día de verano" de Berthe Morisot
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