EL REGRESO
Volver tras la efervescencia
de los efectos y los afectos,
volver tras el ruido indoloro
de las campanas asuetas de encanto,
el fluir del agua en las
fuentes al deshielo de la noche,
las luminarias acogiendo el bullicio
sosegado de la mirada, aún por doblegar.
Volver al reto de los días
sumiendo en el lodo la esperanza,
ver la continuidad del acero
rompiendo el curso de la vena
como la nueva del día,
oír el silbido atónito
recorriendo la sien al confabular la escena de lo inhóspito,
transgredir la hazaña en una
fruslería sin brío,
es la rutina malhechora,
la fragua sin el metal,
el horno sin pan, el consumo
por condición,
sin el frescor de la premura
ni el sabor de la ternura.
Volver al campo de batalla de
los días sin comedir
el ensueño desgarbado en la
colina de la odisea,
trastocar la entraña con el
pavor de lo incierto
ante la nueva hoja en blanco,
vuelta a tremolar la efigie en
la andadura
a veces en el desierto de
palabras
y a veces el glaciar del
silencio.
La vuelta al origen, punto de
partida de toda sesgadura,
de todo terraplén hacia un
desfiladero de cortesía aplanada,
trastoca el cieno de la
sensatez,
la planicie de la multitud
agrega desconcierto a la claridad
en superposición de ideas a la
libertad, congratulando desidia.
El reloj dando vueltas,
señalando otra hora en cada
requiebro olvidado,
cada entuerto en lo onírico de
la mezquindad,
el tic tac de la locura,
el pendular del titubeo al
resquicio del primer rayo
sin dejar apenas otra opción
que respirar hondo,
alzar la mirada y caminar con
firmeza hacia el rumbo asignado.
Gloria Gómez Candanedo
Diciembre 2022
Cuadro de Paul Gauguim
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