LOS CONGREGADOS
Todos de nuevo estamos
junto al hogar. Sarmientos
secos crepitan y hacen
telarañas de fuego.
Ventanas a la espalda
cierran sus ojos negros
y estos ojos humanos
se abren en el silencio.
Nadie pregunta. Nadie
sabe por qué nos vemos
aquí, por qué reunidos
estamos, como ajenos;
quién nos trajo a esta
lumbre,
a dónde vamos luego,
por qué se quema y arde
la madera del brezo
en este hogar y si
no son el propio leño
que se consume nuestras
vidas. Mas nadie ha
abierto
la boca. No pregunta
nadie.
Se escucha el viento
morder entre las tejas
y el respirar del tiempo
que pasa y que jadea
como un humano pecho.
¿Somos una familia
que se une bajo el techo
antiguo de la casa
tras un vivir disperso,
o somos ignorados,
remotos, forasteros,
extraños conducidos
a este común congreso?
¿Estamos al amor
de este rincón del sueño
o estamos entre cuatro
paredes prisioneros?
Absortos contemplamos
las llamas y quisiéramos
adivinar las claves
a través de los gestos.
Porque tal vez un signo,
una seña, un acento,
una mirada, un rasgo,
una huella por dentro,
o un gran dolor, acaso,
nos haga compañeros,
solidarios nos torne,
comunes y fraternos.
Unos y otros, despacio,
lentamente, con miedo,
nos miramos. Alguno
comienza a hablar.
--Si fuéramos…
De repente la puerta
se abre y cae todo el peso
de la noche en la
estancia,
como un animal muerto.
Leopoldo de Luis
Cuadro: "Reunión familiar" de Frederick Bazille
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