EL MARIDO VERDUGO
¿Teméis
de ésa que puebla las Montañas
turba
de brutos fiera el desenfreno?...
¡más
feroces dañinas alimañas
la
madre sociedad nutre en su seno!
Bullen,
de humanas formas revestidos,
torpes
vivientes entre humanos seres,
que
ceban el placer de sus sentidos
en
el llanto infeliz de las mujeres.
No
allá a las lides de su patria fueron
a
exhalar de su ardor la inmensa llama;
nunca
enemiga lanza acometieron,
que
otra es la lid que su valor inflama.
Nunca
el verdugo de inocente esposa
con
noble lauro coronó su frente:
¡Ella
os dirá temblando y congojosa
las
gloriosas hazañas del valiente!
Ella
os dirá que a veces siente el cuello
por
sus manos de bronce atarazado,
y
a veces el finísimo cabello
por
las garras del héroe arrebatado.
Que
a veces sobre el seno transparente
cárdenas
huellas de sus dedos halla;
que
a veces brotan de su blanca frente
sangre
las venas que su esposo estalla.
¡Y
que ¡ay! del tierno corazón llagado
más
sangre, más dolor la herida brota,
que
el delicado seno macerado,
y
que la vena de sus sienes rota!
Así
hermosura y juventud al lado
pierde
de su verdugo; así envejece: --
así
lirio suave y delicado
junto
al áspero cardo arraiga y crece.
Y
así en humanas formas escondidos,
cual
bajo el agua del arroyo el cieno,
torpes
vivientes al amor uncidos
la
madre sociedad nutre en su seno.
Carolina
Coronado
12
de diciembre de 1920
Almendralejo
– Badajoz
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