DULCE AMOR
Las cosas suceden así,
sencillamente:
Vuelven del trabajo
con sabor de cal viva
entre los dientes,
la esposa les contempla
con costumbre.
-¿Quién dice amor, si la
palabra estalla?-.
Y cogen del pan,
como si fuera barro y
arena,
un puñado tan sólo.
(Es pan de pobres,
desalado y negro
y triste como el silencio
de la casa toda.)
Y se marchan.
(La esposa les oye cerrar
la puerta,
pero no dice nada. ¡Está
tan cansada!
Prefiere aquella fría
soledad
con olor de abandono.
Pudiera recordar su
juventud y dormir,
pero ¿quién sueña o
duerme?
Los pobres no recuerdan;
mueren como las piedras roídas
de las murallas.
Ellos, en tanto, beben
un agrio vino con sabor de
azufre;
y si ríen y gritan y
golpean,
es porque ¡Dios, qué
vida!-
da rabia beber sin
alegría.
Acaso entonces lleguen
hombres
de esos que velan por la
paz de las familias,
y les hablen del dulce
amor de las esposas
y del descanso junto al
fuego,
escuchando, por la radio,
una dulce canción,
mientras los niños buscan
en el atlas
países coronados de yedras
o corales…
Si esto sucede, gritan con
más fuerza
y beben más vino agrio con
sabor de azufre,
hasta que ya no saben dónde
tienen los ojos,
ni por qué les duele el
corazón.
Les arrojan con prisa.
La calle es larga, y en el
firmamento
las estrellas relucen.
Regresan a la casa -¡oh,
dulce hogar!- llorando.
La esposa les contempla
con costumbre.
-¿Quién dice amor, si la
palabra estalla?-.
Crémer, Victoriano
18 de diciembre de 1907
Burgos
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